La historia de los Spurs de San Antonio es una historia bastante corta diría pues se puede resumir en veintitrés años que es lo mismo decir 5 anillos de NBA y una de las dinastías más grandes en todos los tiempos.
Y estaba David Robinson y también estuvo el polémico Dennis Rodman y el equipo jugaba bien pero no cuajaba, se quedaba a deber hasta que llegó él, como una especie de enviado divino.
Antes de ese año 1998 no había nada pero Tim Duncan llegó y lo cambió todo y la historia de los Spurs no se puede escribir sin Tim Duncan y es que una cosa y otra son lo mismo, Duncan y los Spurs, los Spurs y Duncan, como un dúo inseparable.
La leyenda
Duro, muy duro diría y veo esa mirada perdida, así casi a punto de convulsionar y es que en el mismo instante cuando pisaba la cancha, se olvidaba del mundo, el tiempo se detenía durante una hora y media o lo que durara el juego.
Tim Duncan pudo ser nadador y soñó con eso, hasta con las Olimpiadas y allá a comienzos se los 90 su vida se resumió a una piscina pero por esas vueltas de tuerca de la vida, Duncan se abrió paso en el baloncesto.
El paso de un huracán por Islas Vírgenes devastó su querida Saint Croix y su mundo de nadador se desmoronó pero Duncan lo tenía todo para triunfar, tamaño, habilidad y carácter, solo necesitaba el baloncesto y este llegó a él cuando menos lo esperaba.
El destino
En abrir y cerrar de ojos, Tim Duncan se convirtió en un fenómeno de las duelas a nivel colegial y su ascenso como número del draft coincidió con la debacle de los Spurs de San Antonio en la campaña 1996-1997.
Su entrada a la cancha con el elenco tejano fue un revulsivo total y al récord de 20 y 62 en la mencionada temporada 96-97, los Spurs respondieron con 56 victorias en 1998.
Y no solo fueron las victorias, fue también el regreso a los Play Off como una clarinada de lo que vendría después.
Dueto letal
Y Duncan entendió a Robinson y Gregg Popovich lo supo, supo que tenía el talismán que necesitaba para ganar, ya no estaba Rodman como una maldición, estaba Tim Duncan, el joven que una vez soñaba con ser nadador y estar en unos Juegos Olímpicos.
Y llegó el primer anillo en 1999 y fue hermoso porque los Lakers de Shaquille O Neal se aprestaban a dominar y lo hicieron pero siempre los Spurs fueron la piedra en el zapato de los californianos.
Y así llegó el 2003 y si no estaba Robinson, ya habían pisado las duelas Tony Parker y Manu Ginóbili, los fieles escuderos de Duncan, los tres mosqueteros, los tres grandes y cambiaron la historia del baloncesto en este siglo.
La dinastía
Y llegó el segundo anillo en 2003, luego repitieron en 2005 y 2007 y en abrir y cerrar de ojos, en menos de una década los Spurs estaban dominando el mundo del baloncesto; de no tener nada, tocaban la realeza en todos los tiempos.
Ya entonces Duncan había ganado dos MVP, con un año 2002 de ensueño, con 25.5 puntos; 12,9 rebotes, 3,9 asistencias y 2,9 tapones.
Más allá de los números está su impacto, su liderazgo y su personalidad en la cancha y después del anillo en 2007, los Spurs demoraron en regresar a la final pero siempre estaban en Play Off, siendo el equipo más consistente.
El regreso del año
Y en 2013, cuando nadie lo esperaba, los Spurs regresaron y estuvieron a punto del quinto pero Ray Allen acabó con el sueño y ese triple memorable aún está fresco en la memoria.
Los Spurs perdieron con Miami Heat de Lebron James, Dwayne Wade y Ray Allen pero en 2015 llegaría la revancha con Duncan y Ginóbili en estado de gracia.
Y no pudo haber mejor antesala para el retiro de Duncan, años después.
En ese instante allá por 2016, los números de Tim Duncan, hablaban por si solos; más de 3000 tapones, más de 26 000 puntos y quince mil rebotes para consagrarlo en la cúspide del baloncesto mundial.
Y el sueño de un niño que pensó ser nadador se trastocó en uno de los mejores legados del baloncesto en todos los tiempos.