Diana Taurasi es, sin duda, la mejor jugadora de la historia de la WNBA. Pero ahora no es solo una apreciación personal de cada uno, sino que fue definido por la misma organización, luego de una encuesta en la que participaron cientos de fanáticos.
La jugadora de Phoenix Mercury arrasó en los votos, por encima de otras glorias como Sue Bird, Candace Parker, Maya Moore y Cynthia Cooper. El reconocimiento a Taurasi es el premio a una trayectoria de leyenda que cuenta, entre otros galardones y récords, con cinco oros olímpicos, tres anillos de la WNBA, seis Euroligas, una vez MVP de la WNBA, tres veces MVP de las Finales, cinco veces máxima anotadora de la WNBA, tres veces campeona de la NCAA, máxima anotadora de la WNBA.
La elección no sólo se basa en su talento innegable y sus éxitos como jugadora, sino en la ética de trabajo que pregonó desde su ingreso a la liga. Sus padres, provenientes de Argentina, llegaron a California en busca de las oportunidades que no tuvieron en Sudamérica y la pequeña Diana creció con esa cultura de aprovechar al máximo cada situación esforzándose al máximo.
Además, ver como sus padres estaban lejos de sus respectivas familias (su padre es italiano de nacimiento) hacía que Diana quisiera recompensar ese sacrificio que hacían por ella y su hermana Jessika. Así, tras decantarse por el deporte, no paró de entrenar tanto en baloncesto como en fútbol, su otra pasión que le inculcaron sus padres. Pero el balón naranja se impuso.
Aquella obsesión pronto se tradujo en brillo en la cancha en las filas del Don Antonio Lugo High School, un pequeño instituto californiano cuyo nombre se dio a conocer en todo el país gracias a las actuaciones de una Taurasi que empezaba a demostrar que los límites no estaban hechos para ella y que cualquier barrera no tenía altura suficiente para que ella no la saltara.
Y esos límites impuestos no son trabas para Taurasi, incluso fuera de las canchas. Como cuando se reveló (y se sigue revelando) contra la imposición de la FIBA en el código de vestimenta que obliga a las jugadoras a jugar con pantalones por encima de las rodillas, lo cual Diana nunca respetó. Al día de hoy sigue pagando una multa de 500 euros por partido por violar esa norma.
Incluso ese esfuerzo por lograr lo que se propone llegó a niveles insospechados en su vida cotidiana. Luego de clasificar a las Finales de la WNBA a Phoenix Mercury en busca de su cuarto título de campeona, al día siguiente se convirtió en madre por segunda vez.
Ni bien terminó el partido en Las Vegas, tomó un vuelo hacia Phoenix donde la esperaba su esposa y ex compañera de equipo Penny Taylor que estaba por dar a luz a una niña. Diana llegó a tiempo a la cita y pudo cumplir con sus dos compromisos a la perfección.
Esa ética de trabajo y luchar contra lo que parece imposible, tiene un motivo: la influencia de un personaje fundamental en la carrera de Taurasi, un tal Kobe Bryant al que idolatraba como todos los niños de California al final de los 90.
Diana se quedaba plantada de la televisión cada vez que jugaban los Lakers y trataba de imitar los movimientos del escolta en el salón de su casa y hasta que no le salían a la perfección no se iba a dormir. Algo lógico para la considerada de forma indiscutible como la mejor de la historia.