Jean Montero tenía 6 años cuando el baloncesto le llamó la atención por primera vez en Villa Juana, sector donde creció. Caminando por las calles de camino a la casa de su abuela, recuerda vívidamente haber visto a Kobe Bryant jugando en un televisor en una bodega. Eran las Finales de la NBA de 2010. Montero quedó cautivado instantáneamente por el juego mientras miraba desde la calle, y aún más por la estrella de los Lakers que estaba en camino de ganar el MVP de las Finales en una eventual victoria de la serie 4-3 sobre los Boston Celtics.

Tanto que Montero quiso cambiar de identidad.

A una edad tan impresionable, Montero no conocía el baloncesto, ni sabía del estrellato de Bryant en los Estados Unidos. Sin embargo, supo una cosa de inmediato: quería ser Kobe. Entonces comenzó a llamarse Kobe para familiares y amigos. Creó una cuenta de Facebook no para consultar a sus amigos, sino para exaltar la excepcionalidad del juego de Kobe. Publicó los momentos más destacados de Kobe y difundió el evangelio del No. 24 a todos los que quisieran escuchar. Era una obsesión bíblica; él era un discípulo.

“Ganaron [el campeonato], así que estuve rockeando con él porque era el mejor”, dijo Montero, ahora de 18 años y una posible selección de primera ronda en el Draft de la NBA de este año, “Ahí fue cuando comencé a estudiarlo y todo lo que hizo. Estaba viendo momentos destacados, juegos, lo que fuera que pudiera tener en mis manos. Cualquier cosa que él hiciera, lo vería”.

Para Montero, un joven de un país cuya pasión deportiva, entonces y ahora, se centra principalmente en el béisbol, lo alimentó. Pero no tenía salida para canalizarlo. En Villa Juana, los recursos eran escasos para él para perseguir su nueva fascinación.

No fue hasta los 8 o 9 años que finalmente actuó. Recuerda haberle dicho a su primo que quería jugar baloncesto y competir. En ese momento no había lugar para cumplir ese deseo, pero resulta que no se puede subestimar la creatividad de un niño con imaginación y un poco de tiempo libre.

“Quitamos la rueda de una bicicleta, limpiamos todos los radios y atornillamos la rueda a la madera para que colgara como una portería de baloncesto”, dijo Montero. “Usamos esa rueda como llanta“.

Y así comenzó la carrera baloncestística de Montero. No era mucho, pero, finalmente, era algo. Tenía un aro en el que podía disparar. Tenía una pelota de baloncesto. Y en una superficie rocosa justo afuera de la barbería de su primo, tenía lo que la mayoría llamaría un área de construcción, pero lo que él llamó un tribunal. Eso fue suficiente.

A él y a su primo Ricky les encantaba jugar. Vivían para jugar. Ricky se hacía llamar James Harden. Incluso se hizo una pequeña barba falsa de Harden. Montero mantuvo su apodo de Kobe Bryant. Los dos lucharían durante horas y horas. Incluso cuando Montero estaba emergiendo como una estrella a nivel local, los dos eran inseparables.

Fue entonces cuando todo cambió. Ricky, durante mucho tiempo el tipo de hermano mayor que se desempeñó como el competidor más acérrimo, el mayor admirador y protector de Montero, murió trágicamente cuando Montero tenía 13 años.

El sueño de Ricky era que Montero enorgulleciera a Villa Juana, pusiera el lugar en el mapa. Los dos a menudo hablaban de que Montero se ganaría un lugar en la selección nacional algún día, de que tal vez se convertiría en profesional.

“Luego, cuando tenía 13 años, entré en la selección”, dijo Montero. “Recuerdo que [Ricky] me dijo lo orgulloso que estaría si entraba en la selección nacional. Y ese mismo año lo mataron. Estaba tan orgulloso de ir y hacer eso… Solía ​​usar su número”.

Montero en su ascenso en las clasificaciones de baloncesto en la selección nacional y en los torneos se ganó una reputación. Y una buena tambien. Siempre jugaba contra jugadores mayores, pero casi siempre producía como un veterano. Se enorgullecía de la forma en que jugaba a la defensiva. Le encantaba involucrar a sus compañeros con pases. Y chico, ¿podría anotarlo? Con el tiempo, desarrolló una madurez más allá de su edad para ir con una confianza abrumadora entre las orejas.

“Estaba golpeando el trasero de todos en la práctica”, dijo Montero.

Y la ascensión no se detuvo. Se hizo profesional a los 15 años. A los 16, se estaba convirtiendo en un talento de la NBA con Gran Canaria. El año pasado, con solo 17 años, se convirtió en el primer jugador internacional en firmar con Overtime Elite, una liga profesional de inicio que sirve como alternativa para que los jugadores se preparen para la NBA. En cada turno, incluso como el jugador más joven en casi todos los equipos, produjo.

“Fui a México y entrené con la Academia de la NBA allí. Gente que era mucho mayor que yo, algunos iban a la universidad, y yo era el mejor jugador”, dice Montero. “Eso me ayudó a prepararme para mi tiempo con Overtime. Siempre he tenido que ser más maduro y crecer tan rápido. Me encanta la competencia y el desafío”.

Desde la cancha de grava y el borde casero en las calles de Villa Juana, Montero se ha abierto camino en la estratosfera de la NBA. Es una historia impactante para quienes no lo conocen, pero esperada por quienes sí lo conocen. El niño que podía volar con confianza los rayos de la llanta de una bicicleta a una edad temprana solo para crear su propio aro para entretenerse, como era de esperar, se abrió camino para convertirse en uno de los talentos más jóvenes y atractivos en el draft, y puede señalar a la confianza que exuda en sí mismo como uno de los factores contribuyentes que ha llegado tan lejos.

“Tengo tanta confianza en mí mismo”, dijo Montero. “La gente dirá su mierda y dudará porque así es como es la gente a veces. Cada vez que he tenido un desafío, se ha convertido en una oportunidad para mí, y lo he aprovechado al máximo”.