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Es un niño, en su físico se puede percibir la acentuada estampa de la gente de los Balcanes, el tamaño algo exagerado, los pómulos bien definidos y unas extremidades también exageradas, en particular las manos, pero igual, Luka Doncic, todavía es un niño.
En su mirada, en sus gestos, en la forma con la cual sale a divertirse en cada partido, parece que lleva toda la vida allí en las duelas de la NBA, que tiene 30 o 33, pero solo tiene 23 años y el mundo entero a sus pies.
Llegaron a compararlo con Drazen Petrovic, con Vlade Divac, sin embargo, Doncic, Luka, aquel que dominó Europa con el Real Madrid, ese mismo con sus manos exageradas manejaba la bola como pocos, sí como pocos, como esos superdotados que nacen cada 100 años para recordarle a todos las capacidades infinitas que puede tener el ser humano, ese Doncic, ha escrito, sigue escribiendo su propia historia, con un sello particular y haciendo maravillas con la destreza que emerge de sus manos exageradas.
La huella de Doncic
Todos adoran a Doncic, es imposible no hacerlo, lo adoran no solo en Dallas ni en el American Airlines Center, lo adoran en Chicago, en Nueva York, en Florida, en La Habana, en Bogotá, en Buenos Aires, es un ídolo en Madrid, en todos lados, “El Niño Maravilla” le dicen, “El fenómeno”, “El heredero”, todos tienen que ver, nadie lo puede obviar, es imposible no quedar perplejo ante su clase.
Se hablaba del año cinco, se sigue hablando, como si de una nueva era se tratase y lo es, desde ese 2018, cuando irrumpió en las duelas de la liga y aquel saludo legendario a Dirk Nowitzki, desde aquel entonces empezó y fue un año 1 muy bueno, un segundo mejor, un tercero de película y hace unos meses, en aquella final de Conferencia ante los Warriors de Golden State, Doncic mandaba el mensaje, su gran mensaje, un anticipo de lo que vendría desde finales de este 2022.
El año 5
Y pasó, desde el arranque de la nueva temporada acaparó la atención, constante sobre los 30 puntos, los 40, después 50, como si nada, como lo más normal, jugando casi 40 minutos por partido, dando a ratos la sensación de un colapso inminente, pero no, Doncic como un alter ego de Nowitzki, Jordan, Chamberlain, Kobe y…y…y, así Doncic llegó a la noche de este 27 de diciembre.
En cuestión de días le había endosado 50 cartones a Houston y 32 a los Lakers, no debía haber chance para más, al menos hasta 2023 no debía pasar, pero sucedió, esta vez fue épico…
Refiere Marca que la estadística era brutal, en los últimos 20 años, no se había remontado ningún partido en el que se llegaba con diferencia de 9 puntos a falta de 35 segundos para el final. Eran 13884 y los Knicks estaban dispuestos a sumar otro más a la lista, pero estaba Luka, Luka Doncic y una vez más rompió el guion, los moldes establecidos, cambio el destino, lo puso a su favor y en el partido 13885 los Mavericks remontaron, con 60 puntos del esloveno.
El tiempo se detuvo
Se dice fácil, pero fueron 60, 60 puntos, 21 rebotes y 10 asistencias, único en la historia de NBA y de los 60 puntos, 10 en menos de un minuto, 57 segundos, para empatar e ir a tiempo extra.
Tal como lo reseña As, Luka apostó, fue tal vez la gran apuesta de su vida, quizás sin ser consciente de lo que venía, el tiempo se detuvo, todo fue él, Doncic – cuatro segundos, un tiro libre, 113-115 debajo, falla a propósito, lucha el rebote, lo tiene y suelta- ¡Pumm! – ¡Genioooo! –
Ya después el resto fue historia, nadie hubiera rebasado un mazazo así, ni los Knicks, ni nadie, a Jalen Brunson, Julius Randle y compañía solo le quedaba mirar y ser parte de la historia.
Dallas ganó 126-121, allí ante su gente, la noche en la que Luka Doncic detuvo el tiempo.
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