El próximo 10 de septiembre será un día especial para todos los latinoamericanos que amamos el baloncesto, el grandioso Manu Ginóbili será exaltado formalmente al pabellón de los inmortales del baloncesto.

La mejor parte de escribir sobre Manu Ginóbili también puede ser la más desafiante: es demasiado fácil caer en la hipérbole. Su estilo de juego ortodoxo, el eurostep el cual logró hacer famoso en la NBA, era un genio capaz de sorprender al mejor defensor. Combinaba su talento innato con una improvisación inigualable. 

 Ver a Ginóbili durante su carrera fue un privilegio. El más grande baloncestista de Latinoamérica, con el perdón hacia el inmenso brasileño Óscar Schmidt, quien decidió no jugar en la NBA, pero Manu trascendió a nivel mundial. Su estilo de juego, su carisma ha inspirado no solo a muchos jugadores internacionales para que persigan sus sueños de llegar a la mejor liga del mundo, incluso jugadores de la NBA nacidos en Estados Unidos como D’Angelo Russell, el base titular de los Minnesota Timberwolves han expresado cómo admiran al argentino. 

Ginóbili fue el miembro menos condecorado de los Tres Grandes (Tony Parker, Tim Duncan), pero casi con seguridad el más querido, aunque esas cosas también son difíciles de probar. Como gran parte de lo que trajo a la mesa a lo largo de 16 temporadas en la NBA, para apreciar la grandeza de Manu tenias que verlo jugar. Es cierto que la mayoría de los fanáticos de San Antonio llamarían a Duncan el “mejor Spur de todos los tiempos”. Pero si le preguntas a un aficionado de los Spurs quién es su jugador favorito, es muy probable que diga “¡Manu!” sin dudarlo. Los fanáticos aman a Manu.

 En ausencia de estadísticas lo suficientemente significativas y al evaluar una carrera que incluye títulos a nivel olímpico, europeo y de la NBA, todo lo que la mente puede hacer es revertir lo único tangible que importa: ganar. Los promedios por juego de Manu, que apenas valen la pena enumerar, ahora sirven como otro motivo de orgullo a los ojos de los fanáticos de los Spurs, un reflejo del papel que adoptó por el bien común, así como la longevidad de su carrera.

Si estuviera constituido de manera diferente, ciertamente habría acumulado más de dos apariciones en el Juego de Estrellas y estaría ubicado más arriba en la lista de anotadores de todos los tiempos, pero en ese caso no sería el mismo Manu.

Viniendo de Argentina, Ginobili experimentó una cultura ganadora desde el principio. Su tramo en la Euroliga lo ayudó a convertirse en un ganador y el mejor compañero de equipo, se convirtió en campeón, MVP de las finales y miembro del primer equipo de la Euroliga. Eso es solo parte de sus premios internacionales, además fue MVP de la liga italiana y medallista de oro olímpico.

La famosa carrera olímpica con la selección argentina es uno de los equipos más celebrados en la historia del baloncesto. El equipo de 2004 en Atenas estableció un estándar de oro para el baloncesto internacional. Con Manu Ginóbili a la cabeza, la selección argentina mostró a todos cómo ganar a través del baloncesto en equipo.

Ginóbili fue uno de los pasadores más subestimado que jamás haya jugado en la liga, quizás uno de los jugadores más infravalorados en su conjunto. La mayor parte de la magia de Manu se perderá en la historia, pero su legado vivirá. Manu perfeccionó el eurostep que hoy dominan Harden y un sinnúmero de jugadores estelares.

Manu ha tenido muchos momentos increíbles en la cancha, algunos de ellos inolvidables. Personalmente, mi recuerdo favorito de Manu tiene que ser su bloqueo a James Harden. Cuando quedaban 10 segundos en tiempo extra, Juego 5 contra los Rockets, Harden creó un pequeño espacio al superar a Ginóbili e intentó un intento de tres puntos a 25 pies de distancia. El resto es historia.

“Sabía de dónde sacaba su tiro y se me adelantó. Así que traté de molestarlo lo más que pude y vi que me encontraba muy cerca de la pelota. Así que fui a por él”.

Manu fue uno de los pocos jugadores que no jugó por las estadísticas, jugaba porque amaba el deporte y porque quería que su equipo ganara. Un excelente modelo a seguir, siempre llevó el baloncesto a sus límites, nunca rompiendo las reglas, pero siempre jugando de manera poco ortodoxa, dominando ángulos difíciles, superando a los jugadores de 7 pies, todo con esta gracia sobre él. Tomó riesgos que nadie más tomaría y se aventuró donde otros no lo harían.

La Ceremonia para la exaltación de Emanuel David Ginóbili

El encargado de llamar a Manu al podio, será su compañero de batallas en San Antonio, el grandioso Tim Duncan, quien mejor que él para ser la persona que presentara a Manu, será un día lleno de emociones encontradas, acompañado por su esposa e hijos, algunos de sus compañeros de la selección argentina, un día en que a muchos adultos nos entrara unas pajitas en los ojos, y de repente lágrimas saldrán. 

Manu, gracias por esa carrera extraordinaria que nos dio tantas alegrías, gracias por ser tu mismo, gracias porque tu juego me hizo apreciar lo hermoso que es el baloncesto cuando es jugado con pasión, con amor, con desinterés de estadísticas personales, cuando la meta es ganar, gracias por todo Manu.

 El salón de la fama recibe a un grande, al mejor jugador latinoamericano de la historia, a unos de los mejores jugadores que ha pisado un tabloncillo de 28 x 15 metros.

Como aficionado a los deportes, no siempre puedes elegir un ganador, pero puedes elegir a los héroes que te llevan a dar un paseo, Manu terminó encarnando a ambos.