Sin lugar a dudas que si hay un equipo que es sinónimo de historia en el baloncesto de la NBA, es el conjunto de Los Ángeles Lakers; no en vano son el máximo ganador de títulos en la liga, junto con su archirrival de siempre, los Boston Celtics, ambos con 17 trofeos de campeón, muy por encima del resto de las franquicias.
Muchas historias se pueden resaltar entre estas dos organizaciones, así como una gran cantidad de figuras que con el tiempo terminaran convirtiéndose en leyenda, no solo para sus equipos sino también para toda la liga; solo mencionar a un Bill Russell o Larry Bird, quienes son los primeros que a cualquier seguidor de los Celtics le vendría a la mente.
En el caso puntual de los Lakers, una de sus mejores épocas fue en la década de los 80, en la cual los de California dominaron ampliamente la liga, estando presente hasta en ocho instancias finales, obteniendo el título en cinco de ellas, y esto lo han logrado gracias al hecho de haber podido contar con dos de los mejores jugadores de todos los tiempos en esta disciplina; hablamos de Kareem Abdul-Jabbar y Earvin ‘Magic’ Johnson.
Simplemente un dúo letal; una pareja que cualquier entrenador quisiera tener en su escuadra. Ganadores por excelencia y con la sangre fría necesaria para salir al frente y tomar la última posesión y liquidar un encuentro decisivo, ante cualquier rival.
Cada vez que el conjunto de Los Ángeles ganaba un campeonato en esa época, la única discusión que siempre surgía era con respecto a quién de ellos dos se le iba a entregar el tan preciado galardón del Jugador Más Valioso; y esto nos hace rememorar de forma inmediata las finales de 1980, cuando el equipo amarillo y púrpura enfrentó a los Philadelphia 76ers en ese entonces.
‘Magic‘ aún se encontraba en su época de jugador novato, con su primera temporada oficial en la liga, pero ya habiendo demostrado durante la fase regular de que estaba hecho; su influencia ya era tal que el equipo angelino no había podido acceder a las finales de la liga en los 7 años anteriores previos a éste su debut.
Con la serie igualada a dos partidos ante los Sixers, se jugaba el quinto encuentro en Los Ángeles, teniendo a un inmenso Abdul-Jabbar y sus 40 puntos como protagonista; pero en una de esas tantas jugadas en la cual hacía su característico ‘Sky Hook‘ (lanzamiento con una mano en forma de gancho), al caer al tabloncillo se tuerce su tobillo, provocándose un esguince, el cual no le impidió terminar de completar su faena de ese día.
Pero dicha lesión si le impidió estar presente en el tan relevante sexto partido en Philadelphia, por lo que el jovencito Earvin Johnson tuvo que salir a dar un paso al frente en lugar de su compañero; incluso, se tomó el atrevimiento de pedirle al entonces coach Pat Riley que lo colocara a jugar de ala-pivot, y pues ante el riesgo que esto pudiera generar, ‘Magic‘ completó un impresionante registro de 42 puntos y 15 rebotes, y los Lakers eran los campeones de la NBA.
Aquel 16 de mayo de 1980, con esa impecable actuación de Johnson, lo que hizo fue despertar el gusano de la polémica en muchos especialistas de esta disciplina, al propiciar el debate sobre quién debía ser considerado como el MVP de esas finales; si nos vamos a las estadísticas, Abdul-Jabbar mantuvo una línea de 33 puntos y 14 rebotes por juego, superando ampliamente los registros de ‘Magic‘, por lo que era casi que inminente que el premio sería para él.
Para su sorpresa, el galardonado fue el novato de ese año, con la ayuda de aquella espectacular jornada en la que debió justamente sustituir a su compañero; una de las decisiones más polémicas en cuanto a este premio que no dejara de generar fricciones internas entre estas dos leyendas, sin embargo el propio Johnson se quiso encargar de que las aguas se mantuviesen calmadas.
Abdul-Jabbar años después confesaría que ‘Magic‘ en el vuelo de regreso desde Philadelphia a Los Ángeles, le ofreció entregarle de forma espontánea y simbólica el trofeo, haciéndole saber que él era más merecedor de dicho reconocimiento, pero en lugar de eso, el máximo anotador de todos los tiempos le indicara que no era necesario.
“Gracias Earvin, pero deberías quedártelo. No vamos a permitir que algo así se interponga entre nosotros“, fueron las palabras de un ya consagrado jugador en la liga hacia un joven jugador que apenas vería el inicio de la construcción de su leyenda. Kareem ya sabía lo que era ganar este premio, cuando lo obtuviese en 1971 jugando con los Milwaukee Bucks, y luego lo volvería a ganar con los Lakers en 1985, en lo que muchos lo denominaron como su reivindicación.
Todo quedó allí y ambos siempre permanecerán en los máximos anaqueles de este histórico equipo, y el temor de los aficionados en que toda esa situación terminase en rivalidad fue totalmente disipado; queda demostrado que los Lakers han sido indudablemente un aspirador de grandes jugadores, cada uno de ellos con un gran legado difícil de superar.