Una lesión de rodilla le impidió lanzar el primer juego del Clásico de Otoño ante los Mets de Nueva York pero eso no impidió la cerrada ovación del público al verlo en el estadio aquel día de octubre a finales de 1986.

Los Mets regresaban a una Serie Mundial diecisiete años después de su histórico triunfo en 1969 ante los Orioles de Baltimore de Mike Cuellar y ambos lados del puente de Brooklyn la emoción era colosal.

Por esos manejos ocultos que cuece el destino; el hombre que los había llevado a la gloria en aquel momento estaba ahí, ya con 42 años y vistiendo la franela del equipo contrario pero Tom Seaver estaba y desde hacía ratos era un dios en Nueva York.

El instante

La leyenda vio como el equipo de sus amores ganaba en siete partidos y eso tal vez sirvió de consolación pero igual, Seaver decidió que era el momento del adiós.

Tom Seaver colgó los spikes en 1986, veinte años después de su primer juego en Grandes Ligas.

Terminó su carrera con los Medias Rojas de Boston pero su historia, su verdadera historia había transcurrido en la Liga Nacional con los Mets de Nueva York y fue tan grande que hablar de Seaver en su momento era como hablar de Frank Sinatra en el montículo.

El comienzo

Seaver había debutado en 1967 y ese mismo año con marca de 16-13 ganó el premio al Novato del Año de la Liga Nacional.

Ya para 1968 volvía a sumar 16 triunfos con 200 ponches y todo quedó listo para la temporada de 1969.

Seaver fue el líder de los increíbles Mets, que en teoría no tenían nada en comparación con los otros colosos de la época como los Cardenales de San Luis y los Rojos de Cincinnati pero jugaban un béisbol de gran nivel y tenían un as como Tom Seaver.

Momento cumbre

El Clásico de Otoño fue un momento épico, Seaver perdió en el primer partido ante el legendario Mike Cuellar, 4-1 pero después en el cuarto juego se inmortalizó con legendario triunfo de 2-1.

Y quizás con eso bastaba para enmarcar su carrera en ribetes dorados pero no, hablamos de tres premios Cy Young, más de 300 juegos ganados y 3640 ponches.

En 1988 los Mets retiraron su número en 1998 y cuatro años después, en 1992 entraba a ocupar su sitial, reservado con antelación en el Templo de los Inmortales, en Cooperstown.

Más que merecido

Y casi treinta y cinco años debieron pasar para que llegará el momento que el público reclamaba desde 2009; Tom Seaver tuvo su estatua en las afueras del Citi Field como el reconocimiento más justo para el hombre que puso a los Mets de Nueva York en el mapa del béisbol en la Gran Carpa.

La pieza de bronce y acero inoxidable, de casi 1500 kilogramos fue develada hace unas horas justo en la entrada del Citi Field, frente a la rotonda Jackie Robinson.

William Behrends, el hombre que se encargó de inmortalizar a Willie Mays y a Tony Gwyn cumplió con el sueño de miles de aficionados y del propio Steven Cohen, actual propietario de los Mets, quien desde niño siguió al equipo por la personalidad y el legado de Seaver.

Palabras emotivas

Cohen y el ex jugador y también leyenda del elenco de Queens, Mike Piazza fueron los encargados del discurso conmemorativo y se refieron a Seaver en términos encomiables como el símbolo de la realeza de los Mets y el hombre que transfiguró Nueva York.

El momento llegó y fue emotivo pues se asomaron lágrimas en los ojos y la gente aplaudió por largo rato al correrse la lona que cubría la estatua de Tom Seaver.

Y otra vez regresa la mística con Seaver mirando a Nueva York desde el Citie Field, parado allí detenido en tiempo con ese wind up característico, esperando porque su equipo regrese a la Serie Mundial y vuelvan a ganar treinta y seis años después de aquel último anillo en 1986.