David Ortiz logró suficientes cosas a largo de su carrera para ser considerado no sólo una leyenda en Boston y en la República Dominicana, sino también un ícono por sus decisivos batazos en el terreno y sus esfuerzos humanitarios fuera del mismo.
Su número 34 fue retirado y ubicado en la fachada detrás del jardín derecho del Fenway Park menos de un año después de que hiciera su última visita al plato, un movimiento sin precedentes en la historia de los Medias Rojas.
Una calle y un puente fueron nombrados en su honor en la Bahía de Boston. Y ahora, Ortiz es elegible por fin para recibir la más grande distinción a la que puede aspirar un jugador de béisbol. El Big Papi está por primera vez en la boleta del Salón de la Fama.
La boleta del 2022 fue develada el lunes y Ortiz y Alex Rodríguez son los nombres más notables entre los debutantes. Mientras tanto, Roger Clemens, Barry Bonds, el dominicano Sammy Sosa y Curt Schilling están en su último año de elegibilidad en el proceso de la Asociación de Escritores de Béisbol de Norteamérica (BBWAA).
La realidad es que estoy bien emocionado. Cuando tu nombre aparece y sientes que tienes la oportunidad de ser parte de ese grupo tan especial, es algo que definitivamente te emociona bastante.
Dijo Ortiz durante una reciente entrevista con MLB. El presunto uso de sustancias para mejorar el rendimiento ha impactado hasta ahora las candidaturas al Salón tanto de Clemens como Bonds. Alex Rodríguez fue castigado al final de su carrera por MLB por el uso de dichas sustancias y también reconoció que las había utilizado durante sus años en los Rangers entre el 2001 y el 2003.
En el 2009, el New York Times informó que Ortiz estaba en una lista de 103 jugadores que dieron positivo por sustancias prohibidas en unas pruebas preliminares realizadas en el 2003, antes de que se iniciara el programa oficial antidopaje de MLB en el 2004.
El fin de semana en el que Ortiz disputó su última serie de temporada regular en el 2016, el Comisionado Rob Manfred dijo que no era justo sacar conclusiones basado en lo que se suponía serían exámenes anónimos en el 2003.
“Se suponía que esa lista era confidencial. Yo me tomo muy en serio el compromiso de confidencialidad”, dijo Manfred el 3 de octubre del 2016. “Punto uno, es desafortunado que el nombre de alguien haya sido mencionado en público. Punto dos, no creo que la gente entienda muy bien qué era esa lista”.
“Había preguntas legítimas desde el punto de vista científico sobre si ésos eran realmente resultados positivos. Si, de hecho, hubiese resultados de pruebas como ésas hoy de un jugador y nosotros tratáramos de castigarlo, habría un reclamo al respecto. Sería vetado, juzgado, resuelto. Nosotros no hicimos eso. Esos detalles y ambigüedades nunca fueron resueltos, porque sabíamos que no importaban”.
Ortiz siempre ha afirmado que nunca utilizó ese tipo de sustancias.
“Yo siento que hice lo que se suponía que debía hacer mientras jugué”, contó Ortiz. “Pienso que hice mi trabajo como se suponía que debía hacerlo. Espero que los votantes consideren eso y después veremos qué pasa”.
Será interesante cuánta importancia se le da a la parte defensiva — o a la falta de la misma – en las consideraciones sobre los argumentos de Ortiz para el Salón. Aunque el quisqueyano tenía un mascotín de inicialista para los juegos interligas en los estadios de la Liga Nacional y la Serie Mundial, fue bateador designado la mayor parte de su carrera.
Si bien eso fue alguna vez un estigma para los jugadores tratando de ingresar a Cooperstown, Frank Thomas, el puertorriqueño Edgar Martínez y Harold Baines son ejemplos recientes de jugadores que ingresaron a Cooperstown luego de iniciar más juegos como BD que en cualquier otra posición.
Al principio de la carrera de Ortiz, era difícil imaginar que algún día sería candidato al Templo de los Inmortales.
Jugando con los Mellizos entre 1997 y el 2002, Ortiz bateó .266/.348./.461 con 58 jonrones y 238 empujadas en 1,693 visitas al plato.
Minnesota lo dejó en libertad el 16 de diciembre del 2002 y los Medias Rojas lo firmaron un mes después, con un modesto contrato de un año y US$1.25 millón. Aunque el universo del béisbol no lo sabía todavía, la leyenda de Ortiz estaba a punto de comenzar en aquella primera temporada en Boston.