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La tragedia de Ismael Ureña Pérez, un joven prospecto de apenas 14 años, ha sacudido los nacimientos del béisbol dominicano. Las cifras médicas tras su fallecimiento son estremecedoras: niveles de amonio en sangre 515 % por encima del límite superior normal y marcadores hepáticos que superan los umbrales hasta en un 2,700 %. Estos datos, contundentes e innegables, plantean una sombría realidad: el uso de sustancias prohibidas parece haberse infiltrado en las categorías más jóvenes del deporte.

Si bien el béisbol dominicano ha sido cuna de innumerables talentos, este caso exponen los riesgos de un sistema donde la presión por triunfar puede llevar a decisiones fatales. ¿Cómo se llegó al punto de sacrificar la salud y la vida de un adolescente en aras de un futuro incierto?

Los números detrás de una tragedia

Diario Libre tuvieron a ceso a los resultados de los análisis al prospecto fallecido, entregados a sus familiares, fueron revisados ​​por especialistas que concluyeron que el joven, quien entrenaba en la academia de béisbol de Yordy Cabrera, presentaba un daño hepático severo. Estas pruebas se realizaron a cabo en un laboratorio privado con reconocimiento y certificación.

El hígado de Ureña no soportó las demandas extremas que le impusieron, según los análisis entregados a sus familiares. En el deporte, los esteroides anabólicos son conocidos por acelerar la construcción muscular y mejorar el rendimiento, pero a costa de graves efectos secundarios. El doctor Milton Pinedo, presidente de la Federación Dominicana de Medicina Deportiva, explicó que estas sustancias son metabolizadas por el hígado y los riñones, lo que puede ocasionar daños irreversibles con el tiempo.

El impacto en la salud del joven era evidente en cada prueba médica realizada. La SGOT (AST) y la SGPT (ALT), indicadores clave de daño hepático, estaban elevadas en millas de puntos, dejando claro que el cuerpo de Ismael estaba sometido a un estrés extremo. Este nivel de toxicidad apunta, como sospechan los expertos, al uso prolongado de sustancias como esteroides, posiblemente administrados sin supervisión médica en busca de resultados inmediatos.

Un sistema que empuja a los jóvenes al límite

Detrás de este drama hay un sistema de desarrollo deportivo que prioriza el éxito a cualquier costo. En un país donde el béisbol es más que un deporte, es una vía para escapar de la pobreza, los jóvenes prospectos son sometidos a entrenamientos intensivos desde edades tempranas. En muchos casos, estos adolescentes confían ciegamente en entrenadores que prometen contratos con equipos de las Grandes Ligas.

La denuncia presentada por la familia de Ismael señala a la academia Yordy Cabrera Baseball Academy, donde presuntamente se le inyectó con sustancias destinadas originalmente para caballos. Estas acusaciones, de ser comprobadas, evidencian un nivel de negligencia alarmante y abren interrogantes sobre la regulación de estas academias.

A pesar de las promesas de riqueza y éxito, estas prácticas ponen en peligro la salud de los jóvenes atletas. La falta de supervisión gubernamental y la ausencia de controles médicos rigurosos en las academias son fallas graves que contribuyen a situaciones como esta.

Un llamado a la acción: La regulación es urgente

El caso de Ismael debería ser un punto de inflexión. Es imperativo establecer regulaciones estrictas para las academias de béisbol y garantizar la supervisión médica de todos los prospectos. Las autoridades deportivas y gubernamentales tienen la responsabilidad de proteger a estos jóvenes, asegurando que su desarrollo sea saludable y seguro.

Además, este caso subraya la necesidad de educar a los padres y atletas sobre los peligros de las sustancias prohibidas. La tentación de usar esteroides puede ser grande cuando las recompensas económicas parecen al alcance, pero el costo humano es demasiado alto.

Un deporte en crisis moral

El béisbol dominicano ha sido fuente de orgullo nacional, pero casos como el de Ismael Ureña exigen una introspección profunda. ¿Estamos priorizando los contratos millonarios sobre la salud y la integridad de nuestros jóvenes?

La muerte de Ismael no debe ser en vano. Este caso debería impulsar cambios estructurales en el sistema de desarrollo deportivo del país, desde la regulación de las academias hasta la implementación de programas educativos y de prevención. Si no actuamos ahora, corremos el riesgo de perpetuar un ciclo de explotación y tragedia que empaña el legado del béisbol dominicano.

El deporte es, ante todo, una celebración de la vida y el esfuerzo humano. La historia de Ismael nos recuerda que cuando olvidamos este principio, el costo puede ser devastador.