Cuatro ejecutivos de los Mets se sentaron en un hotel en Anaheim, California, a escuchar una teleconferencia con el entonces propietario del equipo, Fred Wilpon. Todo derivó en una votación. El grupo de operaciones de béisbol sabía que un contrato de cuatro años para el dominicano Pedro Martínez no terminaría bien, pero probablemente era la única manera de convencer al futuro miembro del Salón de la Fama. Entendieron que valía la pena el riesgo.
El gerente general del equipo, el dominicano Omar Minaya, votó sí. También lo hicieron los miembros de su equipo gerencial Jim Duquette, el puertorriqueño Tony Bernazard y John Ricco. Con la decisión tomada, Minaya llamó al agente de Martínez, Fernando Cuza, y le ofreció formalmente un pacto de cuatro años y US$53 millones. Cuza aceptó.
Estábamos celebrando y saltando en la habitación. Nos abrazábamos. De pronto, nos tocaron la puerta. Nos congelamos. ‘¿Hicimos mucho ruido?’ Pero era alguien que nos traía unos papeles. Es algo que nunca olvidas.
Con Martínez, la gerencia sabía que no sólo había pactado con un lanzador generacional, sino con alguien que podía cambiar la fama del club. A pesar de que el quisqueyano tenía 33 años para ese entonces y llegaba con interrogantes sobre la salud de su hombro, los Mets hicieron todo lo que estaba a su alcance para contratarlo.
Al inicio del receso de temporada, el hecho de pensar en sólo tener una oportunidad parecía lejana. Como uno de los pilares del equipo de los Medias Rojas que acababa de terminar con un bache de 86 años sin un título de Serie Mundial en el 2004, Martínez era uno de los preferidos de los aficionados de Boston, que esperaban poder contar con el dominicano hasta el final de su carrera. Pero con el pasar de los días, Minaya se enteró de que Martínez se estaba frustrando por las negociaciones con los Patirrojos.
Debido a los problemas en el hombro, los Medias Rojas le estaban ofreciendo dos años. Eso llevó a Cuza a contactar a los Mets – un equipo en ascenso y con dinero – para decirles que su cliente no estaba comprometido con la organización de Boston.
En el Día de Acción de Gracias, Minaya viajó a la República Dominicana para reunirse en persona con Martínez y venderle su visión. Al final, le hizo una generosa oferta de tres años, pero los Medias Rojas respondieron con una similar. A esa altura, Martínez estaba cansado de la situación con Boston y le informó al club, mediante Cuza, que la única manera de quedarse sería con un pacto de cuatro años.
Pese al escepticismo sobre la durabilidad de Martínez, los Mets entendieron lo que significaría su firma para la franquicia. Entonces, al final de las Reuniones Invernales en Anaheim, luego de la mencionada votación, Minaya le extendió la oferta.
“Le vendimos lo que estábamos tratando de hacer en los Mets y que queríamos que él fuera parte importante de ello”, dijo Duquette. “Queríamos invertir en otros jugadores. Queríamos a los puertorriqueños Carlos Beltrán y Carlos Delgado. Pero empezamos con esto”.
Desde el punto de vista de los Mets, no fue sólo un discurso; entendían que, al adquirir a Martínez, tendrían la posibilidad de firmar a otros jugadores estelares. Y así fue. Meses después, Nueva York le dio a Beltrán un contrato récord para el club de siete años y US$119 millones un acuerdo que ni Minaya ni Duquette piensan que hubieran logrado de haberse quedado Martínez en Boston.
Los Mets no pudieron convencer a Delgado en ese invierno, pero lo adquirieron vía cambio un año después, además de firmar a Billy Wagner, Paul Lo Duca y otros, en su camino a establecerse como una potencia en el Este de la Nacional.
“Pedro básicamente nos dio la credibilidad que estábamos buscando, dentro de la estrategia de Omar”, mencionó Duquette. “Estaba como, ‘Oye, podemos firmar a estos muchachos. Podemos ser un destino cotizado, pero tenemos que ser agresivos y tenemos que venderle una visión’”.
Al final, Martínez le dio un año y medio brillante a los Mets, siendo convocado a dos Juegos de Estrellas y ganando 21 de sus primeras 30 decisiones, antes de que las lesiones empezaran a aparecer. Pero su impacto, como lo predijo Minaya, fue muy importante.
“Necesitábamos ese primer dominó”, confesó Duquette. “[Los jugadores dijeron] ‘¿Pedro confía en el plan? Yo quiero ser parte también’”.