Hay una frase en mi tierra que dice: “callado te ves más bonito”.

Claro, es metafórico. Quiere decir que dejes de ofrecer tantas excusas y, como los estoicos, lleves tu pesar a cuestas y aceptes tu culpa.  Lo mismo debería hacer Fernando Tatis Jr. luego de escuchar las palabras de, nada más y nada menos, un expresidente de la República.

Usted podrá ser de un partido o de otro, de un color o de otro, de una ideología o de otra,  pero cuando un hombre que fue el representante de todo un pueblo durante cuatro años y ejerció el cargo supremo de un país hay que dejar a un lado las “ñoñería” y ponerse serio.

Hipólito Mejía  dijo palabras muy fuertes sobre el estelar de los Padres de San Diego.

“No me hables de eso, hasta yo tengo trauma con eso”, declaró el político al editor deportivo de Medios Telemicro, Juan Carlos Santana en una actividad deportiva celebrada en el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte en la tarde este viernes.

Pero esto solo fue un introito. La frase lapidaria, la que de verdad importa es esta:

“Es un ejemplo malo, es un ejemplo que yo me sentí mal, porque yo me trasnochaba viendo los juegos de él”.

Y sí, es un mal ejemplo. Y lo es porque la dinámica de los hechos ha devenido en un tratar de exculpar al pelotero de lo sucedido y hasta llegar a decir de que esto es un “complot” de MLB para perjudicar a quien fue hasta hace poco una de las caras del beisbol.

Todos los seres humanos merecen una segunda oportunidad.  Y lo mejor de Tatis, además de sus condiciones, es su juventud. El año entrante tiene que regresar y demostrar, calladamente, lo que es capaz de hacer. Los errores son para aprender.  Nadie aprende si no se fracasa.

Los “yesmen”, los sigüises son los primeros que abandonan el barco cuando éste se hunde.   Sólo los verdaeros amigos dicen la verdad. El concepto de carida no es alcahuetear así como tampo el de apoyo es el de encubrir.

Las palabras de  Hipólito deben ser masticadas, rumiadas, con paciencia y deben entender en el entorno más cerca al pelotero que esto no es mal de morir.  Es una experiencia. Se aceptar la culpa, se afronta el castigo, se trabaja más y se continúa. Esa es la vida.