Ichiro Suzuki es con total seguridad el mejor pelotero japonés que ha pasado por las Grandes Ligas en toda su historia. No por nada los expertos apuntan a que una vez que esté su nombre en las boletas para ingresar al Salón de la Fama de Cooperstown su inclusión será unánime, al igual que la del panameño Mariano Rivera en su momento.

Con más de 3 mil imparables en Las Mayores, premios y reconocimientos de todo tipo no cabe la menor de las dudas de que es una leyenda viva. 10 asistencias al Juego de las Estrellas, 1 premio a Novato del Año, 1 MVP, 10 Guantes de Oro, 3 Bates de Plata y 2 Títulos de Bateo hablan por sí solos.

Desde su retiro en 2019 después de 19 campañas en la Gran Carpa, Suzuki no ha dejado de estar relacionado con el béisbol tanto en su país como en los Estados Unidos. El otro día se le pudo ver como instructor en las categorías inferiores de los Marineros de Seattle y tiempo después hizo las veces de lanzador en un juego de exhibición en su país ponchando a 17 rivales.

Justo de eso hablaremos hoy, ya que subió de nuevo al montículo, pero esta vez en un diamante de MLB y con el equipo de sus amores: los Mariners.

Todavía le queda potencia

En el acto que conmemora el debut de Jackie Robinson en el Big Show, el encargado de lanzar la pelota inicial en el T-Mobile Park fue el otrora jardinero nipón. Sin embargo, no lo hizo como cualquier otro invitado, sino de una forma mucho más seria.

Ichiro se colocó el uniforme completo de Seattle con el mítico número 51 que lo caracterizó en su espalda y se paró con guante en mano y spikes sobre la lomita, como todo un pitcher. Hizo el disparo de apertura con fuerza, presentando una mecánica propia de un serpentinero ligamayorista y marcando un strike demostrando que a pesar de tener 48 años sigue estando en plenitud de condiciones.

¿Tendrá intenciones de volver a jugar profesionalmente este fuera de serie nipón? Lo más seguro es que no, pero aptitud física le sobra aún.