Parecía que Justin Verlander lo lograría, iba perfecto durante los primeros tres innings, luciendo real, como ese pitcher imponente de la temporada regular, el gran candidato a llevarse otra vez el Premio Cy Young, pero de pronto, en menos de una hora, entre el cuarto y el quinto inning, todo se desmoronó, el veterano se despidió tras cinco entradas, permitiendo 5 carreras limpias y elevando su efectividad en Clásicos de Otoño a 6,07, tal como refiere MLB Network.
Debía, podía haber sido la noche de Verlander, pero no, el hombre grande fue JT Realmuto, el receptor de los Filis, quien empató el encuentro y luego lo decidió con largo cuadrangular en la décima entrada para decidir el juego, atizando mucho más la hoguera en la que ardía Verlander.
Y es que la Serie Mundial solo unos pocos elegidos son capaces de estar a la altura y nadie duda de la casta de Justin Verlander, pero tal parece que en esta instancia su metamorfosis es total, así ha sido desde aquel debut frente a los Cardenales de San Luis en 2006, cuando perdió en par de oportunidades.
Un selecto club de estelares
Tomando como punto de partida la actuación de Justin Verlander y su legado en Serie Mundial, podemos entender en toda su dimensión lo que nos muestra las estadísticas respecto a los cinco lanzadores que en los últimos 30 años han logrado propinar una lechada en un Clásico de Otoño.
Se trata de un selecto club de estelares, al cual Justin Verlander debió o pudo pertenecer e incluso todavía cabe la posibilidad de que pueda ser parte, pero ni la mejor ficción, digamos algo salido de la mente del mismo Isaac Asimov, ni la mejor ficción deja asomar siquiera un vestigio de probabilidad al respecto.
La impronta
Para comprender a cabalidad la épica en este acápite, debemos remontarnos al año 1991, cuando el legendario Jack Morris, entonces un veterano lanzador de 36 años, en el séptimo partido de la Serie Mundial, lanzó diez entradas inmaculadas ante los Bravos de Atlanta para guiar a los Mellizos de Minnesota a la conquista del anillo.
Dos años después, Curt Schilling, vistiendo la franela de los Filis de Filadelfia blanqueaba a los Azulejos de Toronto de Cito Gastón en el quinto partido de aquel Clásico de Otoño que definiría el mítico Joe Carter.
Debieron pasar 8 años, para que se volviera a repetir una hazaña de este tipo, cuando Randy Johnson sometió a los Yankees de Nueva York en el segundo juego de la Serie Mundial de 2001, aquella que definiría Luis González con hit al jardín central ante Mariano Rivera.
En 2003, un sensacional Josh Beckett liquidaría también a los Yankees en el sexto juego de la final para darle a los Marlins de Miami su segundo anillo en siete años.
El último de los “elegidos”
Desde ese momento, transcurrió más de una década para que otro lanzador volviera a lucirse encima del box, cuando Madison Bumgarner blanqueó a los Reales de Kansas City en el quinto partido de la Serie Mundial de 2014, la misma edición en la que el prominente zurdo se vestiría de héroe con un relevo magistral en el séptimo juego.
Ocho años después, el escenario lucía propicio para que Justin Verlander entrara a este selecto club, pero hasta hoy, luego del juego de ayer solo este quinteto de serpentineros marca la pauta en este aspecto.
Así es lectores, son acontecimientos que en la Serie Mundial adquieren una connotación especial, pues cuando la presión aumenta y la calidad se concentra mucho más, solo un grupo de elegidos puede brillar.