Hoy todos miran a Ohtani, sí, es la perfección, la máxima expresión del béisbol, maestría en estado puro y los números de Shohei lo dicen todo; como lanzador, en 22 juegos tiene registro de 11-8, con una efectividad de 2,67 y 176 ponches en 128 entradas al momento de escribir este texto, además de un whip de 1, 06 y con eso podría bastar para marcar la diferencia, pero no…

Como un gran samurai el japonés va más allá y sus 30 jonrones, 20 dobles, 6 triples y 82 carreras impulsadas lo elevan a lo más alto, lo vuelven inmenso, imponente, todo un símbolo de grandeza, quizás como el Monte Fuji; pero hay un antes , como en todo y el legado de los nipones en Grandes Ligas se remonta a casi sesenta años y hacia allá nos lleva la memoria, como si de un capítulo de una novela de Kasuo Ishiguro, Kensaburo Oé o el propio Haruki Murakami se tratara.

El comienzo…

En septiembre de 1964, exactamente 19 años después de que Japón firmara su rendición incondicional encima del acorazado Missouri, en medio de la bahía de Tokio y se diera por terminada la Segunda Guerra Mundial;19 de años después, en septiembre de 1964, Masanori Murakami debutaba en Las Mayores, convirtiéndose en el primes japonés en irrumpir en el béisbol organizado en Estados Unidos.

Como en Kafka en la orilla o La caza del carnero salvaje, la idea del viaje, el viaje como descubrimiento, esa idea se impone y la historia de Murakami pudo ser una historia cualquiera de un aventurero, pero no, a sus 20 años en aquel entonces, Masanori, tal como lo cuenta Robert K. Fitts en su libro, “Mashi”, Masanori Murakami poseía un talento único, basado en la potencia de su brazo zurdo y contra todo pronóstico, cuando todos querían que fuera médico, él se impuso como lanzador.

“… Cuando era joven me enamoré del béisbol …”- le contó Murakami a MLB.com en una entrevista reciente, resumiendo en perspectiva lo que había sido su vida, hoy desde la óptica de un hombre de 78 años y el mencionado Fitts, en su biografía detalla como la leyenda debió imponerse a los designios de su padre y a las normas de una sociedad marcadamente costumbrista, con claros rezagos de feudalismo, allá por los años 40 y 50 del pasado siglo.

Lo que debió ser y no fue

Su progenitor quería que se enfocara en el estudio, pero Murakami sabía que tenia un don natural para lanzar y con el apoyo de su madre y de sus entrenadores logró salir adelante y no paró hasta que los Nankai Hawks, hoy Softbank se hicieron con sus servicios, tal como se cuenta en su biografía y lo relató Murakami en su entrevista con MLB.com.

Una propuesta lo cambió todo, el manager de los Hawks en aquel entonces, Kazuto Tsuruoka le hizo una propuesta a Murakami que no pudo rechazar, iría a Estados Unidos a jugar béisbol, aprender del estilo y las técnicas implementadas en Grandes Ligas y luego volver.

La proposición llegó en 1963, pero el viaje no se concretó hasta 1964, cuando Murakami junto a otros dos jugadores se unieron a los Gigantes de San Francisco.

La llegada

“… Estaba enfocado en no ponerme tenso, en dominar los nervios…” relató Murakami años después sobre aquel primer día en Grandes Ligas, un 1 de septiembre de 1964, casi seis meses después de su llegada a territorio estadounidenses y después de un exitoso trayecto por Ligas Menores.

Murakami debutó con la filial clase A de los Gigantes en Fresno, el 24 de abril de abril de 1964 y en su primer juego, frente a los Dodgers de Sana Bárbara, entró en el quinto capítulo de relevo y avanzó el resto de la ruta sin permitir hits, desde entonces fue idolatrado por la multitud de fans, quienes comenzaron a llamarlo “Mashi”, de aquí el nombre del libro de Robert Fitts.

Cuatro meses después, ya a las puertas de septiembre, Murakami sumaba unos registros extraordinarios que lo hicieron merecedor del galardón al Novato del Año en la Liga de California, récord de 11-7, efectividad de 1,78 y 159 ponches en 106 entradas, su llegada al primer equipo era cuestión de días.

El debut

Ante una multitud de casi 40000 espectadores, en el mítico Shea Stadium, frente a los Mets de Nueva York, Masanori Murakami hizo su debut en Grandes Ligas, entrando de relevo en el octavo inning de un partido que perdían los Gigantes 4-0.

Murakami ponchó a un bateador y permitió un hit para colgar el cero y legar para la historia esa hazaña sin precedentes dentro del béisbol.

Esa temporada, el japones terminó con registro de 1-0, 1,80 de efectividad y 15 ponches en 15 entradas de actuación, además de un boleto.

El legado

Al año siguiente, ya con la experiencia acumulada, Murakami sostuvo otra vez excelentes números, marca de 4-1, con 3,75 de efectividad en 74 tramos y según lo expresó el propio jugador, su deseo era seguir, pero había una promesa de regresar, una especie de juramento y debía ser fiel a su cultura y a esa tradición milenaria que impregnó el bushido, el honor y la palabra por delante…y Murakami regresó.

Luego de volver, jugó 17 temporadas en la pelota nipona y sus estadísticas sumando el período en MLB, reflejan una marca de 124-93, con 3,47 de efectividad en casi 1900 innings.

Y así señores, otra vez con la idea de un largo viaje imponiendo en la conciencia, volvemos al presente y quizás podemos entender mejor, la impronta colosal que nos está dejando el fenomenal Shohei Ohtani… somos eso, recuerdos, emociones, miedos, ilusiones…