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Murió en un teatro, como Lincoln, allá a comienzos de 1947, meses antes de que Jackie Robinson debutase en Grandes Ligas.

Dicen que murió de cáncer, le habían detectado un tumor cerebral en 1943 y por temor a quedar como un vegetal decidió no operarse, dicen eso y aquello y lo otro, dicen tantas cosas sobre ese final, pero yo creo que lo mató la desilusión.

Al buscar en Baseball- Reference y tal como lo refleja la Enciclopedia McMillan del béisbol, se destacan apenas 166 jonrones, pero en Cooperstown, su placa dice así: “…Considerado como uno de los grandes slugger de las Ligas Negras, fue un bateador de poder al que se le acreditan casi 800 jonrones en su carrera de 17 años, siendo campeón de bateo en 1936, 1938, 1942 y 1945…”

La leyenda

Ese fue Josh Gibson, quien vivió apenas 35 años, pero su vida fue tan azarosa que da para hacer una, dos, tres, cuatro películas y cuando en 1972, fue inducido al Templo de los Inmortales, cobró total sentido aquel rumor que contaba respecto al hecho de que Jackie Robinson no era el mejor jugador por aquellos años.

Estaba Robinson, también Satchel Paige y Oscar Charleston, pero con el paso del tiempo, se ha cimentado la idea de que Gibson era la figura y ese promedio de bateo de por vida de 365 nos da la medida exacta para entender al hombre en su contexto.

El legado

“El Babe Ruth negro” le decían y algunos, tal como se puede leer en varias crónicas de Sporting News, algunos llegaron a llamar a Ruth como “El Josh Gibson blanco”, así, de ese modo tan impresionante, como suena.

En todos lados hizo historia, en México, en República Dominicana jugando a pedido del propio sátrapa, Rafael Leónidas Trujillo, a finales de los años 30 y comienzos de los 40; también en México y en Cuba y en Estados Unidos, entre tantas anécdotas memorables sobre el “gigante Gibson”, varios cronistas destacan aquel soberano batazo de más de 500 pies que acabó rebasando el viejo Yankee Stadium.

La mística de Gibson

El sesgo mediático que incidía sobre las Ligas Negras, pues en aquellos años no se recopilaban estadísticas ni se trataban con la misma seriedad que las Grandes Ligas, ese sesgo ha marcado la historia de Gibson, no obstante, nos cuenta MLB.com que, de un modo u otro, es un criterio casi absoluto que el estelar jugador pudo no solo rondar los 800 cuadrangulares, se cuenta hasta de 900 e incluso 913 de modo específico.

Es una leyenda, quizás de los mejores jugadores en todos los tiempos, un pelotero excepcional, de esos que nacen como tocados por la gracia divina, pero era negro y eso por aquel entonces, era un sacrilegio.

Murió en un teatro, como Lincoln, allá a comienzos de 1947, desbordado de tristeza y melancolía y de seguro nunca pensó que casi 80 años después, un día como hoy, a comienzos de mayo, le estaríamos rindiendo homenaje como el hombre que pudo haber opacado al mismísimo Babe Ruth.