Y pudiera pensar en Diez días que estremecieron al mundo, pensando en John Reed y en octubre pero no, este viernes, fueron cinco entradas que estremecieron a los Mets de Nueva York para darle la bienvenida, de la peor manera al décimo mes del año, el mes de los Play Off en Grandes Ligas.
Poco más de una hora duró Max Scherzer encima del box allí en Citi Field, en pleno corazón de Queens; poco más de una hora, tiempo suficiente para vivir cinco tramos bien tormentosos frente a la afición de los Mets, su afición, en el comienzo de la Serie de Comodines.
Cinco y dos tercios de labor con 4 jonrones y tal parecía que, en la lomita, frente a los Padres de San Diego había un muñeco de cartón, una especie de títere aburrido que soltaba pelotas al home plate sin atinar siquiera a lo que estaba haciendo.
El contexto
Siete carreras y al momento de escribir este texto, el elenco californiano daba un golpe de autoridad en esta postemporada, colgándose de los hombros del experimentado Yu Darvish, quien caminó siete innings con una solitaria carrera y un dominio propio de estelar lanzador de Grandes Ligas.
En las gradas, las caras de la afición lo decían todo; rostros pétreos, cargados de frustración y ni 100 victorias, ni Scherzer, ni DeGrom, ni Cohen con todos sus millones y pudieron ser 45, 48 y hasta 50 millones por Max Scherzer, pero igual, la de los Mets parece otra historia de esas en la que el destino está escrito.
El gran golpe
Y no es solo el hecho de ganar en el primer juego, bueno, de ganar desde la perspectiva de los Padres de San Diego, de perder desde la mirada de los Mets; es el hecho del golpe psicológico, del tiempo que se esfuma en una postemporada como esta, donde un partido así, como todos lo saben, puede definir la subserie.
Hubo una imagen que recogió la esencia de la noche en Nueva York, esa de Scherzer mirando fijo hacia la tabla de lanzar evitando mirar como le daban la vuelta al cuadro tras un largo jonrón; quizás como el fiel reflejo del pronunciado fracaso.
Y así, seis meses después, a la hora cero, en el momento de la gran prueba, el castillo de Cohen se derrumbó y se veía venir, pero igual, la realidad como siempre, va superando a la ficción… ¡Adiós Serie Mundial!, desde ya lo piensan muchos.