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Mordecai Brown, apodado “Tres Dedos”, desafió las adversidades al convertir su desventaja física en una ventaja letal en el montículo. A pesar de tener solo tres dedos completos en su mano de lanzar debido a un accidente en su infancia, Brown se destacó como uno de los mejores lanzadores en la historia del béisbol y fue honrado con su ingreso al Salón de la Fama de Cooperstown.

Mordecai Brown, nacido en 1876 en Nyesville, Indiana, dejó una huella imborrable en el mundo del béisbol gracias a su destreza en el montículo a pesar de una desventaja física notable. Conocido como “Tres Dedos” debido a tener solo tres dedos completos en su mano de lanzar, Brown transformó esta peculiaridad en una ventaja única al desarrollar una manera especial de agarrar la pelota, logrando un efecto excepcional en sus lanzamientos.

El inicio de la carrera profesional de Brown se remonta a 1898, cuando jugó para los Terre Haute Hottentots de la Liga Central. Sin embargo, fue en las Grandes Ligas donde dejó su marca indeleble, debutando en 1903 con los Cardenales de San Luis y alcanzando su máximo esplendor con los Cachorros de Chicago.

Entre 1904 y 1912, Mordecai Brown destacó con un promedio de casi 24 victorias por temporada, liderando a los Cachorros a la victoria en las Series Mundiales de 1907 y 1908. Su mejor año fue en 1909, donde registró 27 victorias y lideró la liga en varios departamentos, demostrando su dominio en el montículo.

En 1906, Brown logró una asombrosa efectividad de 1.04, la más baja de la Liga Nacional en la era moderna entre lanzadores calificados. Su carrera continuó con los Rojos de Cincinnati y una breve etapa en la Liga Federal antes de regresar a los Cachorros en 1916. Sus números finales incluyen un récord de 239-130, una efectividad de 2.06, 55 blanqueadas, 1375 ponches y 49 salvamentos.

A pesar de su despedida del béisbol en 1916, Mordecai Brown dejó un legado duradero. Su destreza única, combinada con su habilidad innata para el juego, lo catapultó al Salón de la Fama de Cooperstown en 1949. Mordecai Brown falleció en 1948, pero su historia perdura como un ejemplo de superación y genialidad en el diamante.

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