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Andy Pettitte es mi pitcher favorito, no solo por ser de los Yankees, más bien por su clase como jugador…

Pettitte es mi pitcher favorito, pero puede ser el suyo, el de tantos otros y es que ver lanzar a Andy era como disfrutar de una obra de arte en el Museo del Prado o allí mismo en el MoMA( Museo de Arte Moderno de Nueva York); todo perfecto, desde el traje con esas medias caladas a la vieja usanza, pero siempre dándole un toque único, auténtico, hasta en sus movimientos en el box y ese wind up peculiar que lo distinguía.

Pettitte es mi pitcher favorito y lo prefiero a él y no a Sabathia o a Clemens o a Mussina; lo prefiero porque de modo callado, sigiloso, siempre sin el foco mediático de aquellos, él ha estado ahí, como un caballo de hierro a lo Gehrig…siempre Andy cumplía y lanzaba como los dioses en el juego bueno.

La estela de Pettitte

Hay una relación de amor y odio respecto a la figura de Pettitte que le otorga un halo de misterio e intriga a su figura propio de las grandes leyendas; quizás esté en el momento de salida hacia los Astros de Houston, aquel año 2005, una especie de break, un necesario respiro en pos de apartarse de la presión de la Gran Manzana para después volver.

Andy había llegado con el elenco sideral a la Serie Mundial ante los Medias Blancas de Chicago y no había podido concretar el sueño de ganar sin el uniforme a rayas de los Mulos, no; los Medias Blancas acabaron con la maldición para llevarse el anillo en ese 2005.

Aquella fue una dolora derrota y tal vez como ha expresado el genio de Gay Talese, de las derrotas en el deporte salen las grandes historias, historias de autorelevo, de reivindaciones y Pettitte otra vez fue protagonista de una de ellas.

La venganza

El jonrón de Ryan Howard decretó su salida del juego y algunos se molestaron con el suceso y en aquel instante pocos atinaron que Howard en ese tiempo le daba jonrón a cualquiera…eso sí, no era un juego cualquiera ni una situación cualquiera, no, era el sexto juego de la Serie Mundial en 2009 y los Yankees de Nueva York buscaban su corona número 27, luego de nueve años sin saborear las mieles de un campeonato…

Entonces volvió la cordura, Pettitte le dio la bola a Girardi, se alzó la gorra y saludo al público, al instante todos aplaudieron como parte de un ritual pactado de antemano, todos aplaudieron al estelar zurdo, pues había cumplido con creces su misión de adelantar el partido ante los Philies de Philadelphia, nada más y nada menos que los Philies de Philadelphia, los vigentes campeones y uno de los equipos más sólidos del presente siglo en Las Mayores.

Con el roletazo de Shane Victorino a manos de Mariano Rivera, tras el out 27 se concretó la victoria y los Mulos ganaron su ansiada corona; la imagen de Andy, de Jeter, de Mariano, de Posada, de Alex Rodríguez, del gran Hideki Matsui; todas hablaban un mismo lenguaje, habían vuelto a tocar la gloria.

El desagravio de Andy

En este punto si Matsui fue el gran referente con sus jonrones y batazos claves, no se puede olvidar la labor de Pettitte en aquellos playoffs, no solo en la Serie Mundial, en toda la postemporada, frente a los Mellizos y frente a los Angelinos.

Lo mejor es que si muchos hablaban de que ya estaba quemado, que sus mejores años, habían quedado en aquellas temporadas a finales de los 90 cuando aquellas Series Mundiales, el hombre dio otro golpe sobre la mesa y demostró que podía seguir.

Y siguió

Las cosas no acabaron en 2009, no, Pettitte siguió cuatro años más y entonces se dice fácil, dieciséis años y 256 victorias y casi 2500 ponches, se dicen fácil, pero no, estar todo ese tiempo jugando en el primer nivel de este deporte es algo épico.

Y sí, Andy Pettitte es mi pitcher favorito, no solo por ser de los Yankees, más bien por su clase, porque siempre siguió adelante a pesar de los tiempos recios, por sus dieciséis temporadas en MLB, por su amor hacia el uniforme de telas a rayas y al juego…simplemente porque diez años después, todavía me emociono el ver su imagen diciendo adiós, aquel 28 de septiembre de 2013.

Hoy, vuelvo a aplaudir.