De sábado a jueves fue nada y después todo; desde aquella salida ante los Medias Rojas de Boston hasta la de hace unas horas contra los Azulejos de Toronto; Luis Severino dejó de ser un lanzador común, uno más para reencontrarse con su mejor versión, la de heredero de Pedro el Grande.

En su momento, todos sabemos que fue así, como un trueno, allá por 2018 y 2019; casi gana 20 juegos incluso en una temporada y el quisqueyano apuntaba a lo más alto del Olimpo del béisbol.

Otra vez, el mejor

Anoche fue así otra vez, duro como de bronce, como el David de Donatello y lanzó fuego otra vez; sostenido sobre las 98, con su deslizador y su recta cortada; una perfección en el box al punto de que parecía nunca se había ido del montículo después de aquel día de octubre de 2019.

Severino lanzó cinco tramos impecables, limpios, como si al mirar te pegara de lleno en la cara la brisa del mar y podía haber seguido dos o tres ining más y la sensación que pudo haber sido mejor es indescriptible, única.

Los Yankees necesitaban eso, al mejor Severino, olvidar los fiascos de Gerrit Cole con el hombre que puso a soñar a la fanáticada en el pasado reciente.

Como una balada

Como si de música clásica se tratara; fueron cinco tramos perfectos, seis ponches, uno, dos y tres homicidios contra la figura de Vladimir Guerrero Jr; inmenso el día antes, como bebé frente a Severino y el béisbol es así, te da y te quita, te endiosa y te sepulta a la vez.

El sábado, en el segundo juego ante los Medias Rojas de Boston, no llegó la hora de la justicia para Luis Severino, fue una extensión, un poquito más de lo mismo que en la pretemporada; dos carreras en tres inings y la sensación de que en cualquier momento se la podían votar otra vez.

Todo cambió

Seis días después, al fin llegó el momento y Luis Severino pudo exorcizar todos sus demonios, las dudas, el descontrol, la inseguridad y también como es natural, el miedo; lo hizo Sevy y fue hermoso como la paletada final en un cuadro de Jackson Pollock o la última sonrisa de Marilyn Monroe.

Ganó Severino, ganaron los Bombarderos del Bronx y después de una semana de temporada regular, otra vez regresa esa sensación de nunca querer el final de la campaña y entonces como idealistas que somos muchas veces, creemos podría ser así; es la magia del béisbol y no hay igual.