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El legendario cerrador del Licey enfrenta críticas tras un inicio titubeante, poniendo en duda su futuro en el equipo.

Jairo Asencio, conocido por su impresionante carrera como cerrador en la Liga Dominicana de Béisbol (LIDOM), ha iniciado la temporada 2024-25 bajo un manto de interrogantes y preocupación. A sus 41 años, el veterano ha sido un pilar indiscutible para el Licey, acumulando récords históricos y consolidándose como uno de los mejores cerradores en la historia del béisbol dominicano. Sin embargo, sus primeras actuaciones en esta nueva campaña han dejado más dudas que certezas, alimentando la incertidumbre entre la afición a los piojos.

Un comienzo accidental

En tan solo tres apariciones, Asencio ha sufrido dos derrotas, permitiéndole cinco carreras, dos de ellas producto de jonrones, lo que ha encendido las alarmas en el cuerpo técnico y en los seguidores del equipo. La figura del cerrador, quien en teoría debe ser sinónimo de confianza y seguridad, se ha visto afectada por errores puntuales que han resultado costosos para el equipo. Estas fallas han transformado lo que debería ser un final tranquilo en una montaña rusa emocional para la fanaticada azul, que se pregunta si el veterano aún está a la altura de las exigencias del rol.

La pregunta clave es: ¿debería Jairo Asencio seguir siendo el cerrador principal del Licey? A pocos días de iniciado el torneo, la discusión está abierta. La tradición y el peso de sus logros no son suficientes para llamar los rumores sobre un posible relevo en su posición.

La historia y el legado de un gigante

Para entender la magnitud de esta situación, es importante recordar la trascendencia de Asencio en la LIDOM. En noviembre de 2018, rompió el récord de más partidos salvados en la liga, superando al legendario Ramón Arturo Peña, quien acumuló 88 salvamentos. Desde entonces, Asencio ha extendido su récord hasta los 169 rescates, un logro impresionante que lo coloca como el mejor cerrador en la historia del béisbol dominicano.

Sus números a lo largo de su carrera son notables: 322 juegos, 333.1 entradas lanzadas, 293 hits permitidos, 90 carreras admitidas, 93 bases por bolas otorgadas, 309 ponches y una efectividad de 2.43, con un WHIP de 1.16. Estas estadísticas refuerzan su estatus como una leyenda del montículo. Pero el béisbol, como cualquier deporte de alto rendimiento, no permite vivir del pasado. Cada temporada trae nuevos desafíos y el rendimiento actual es lo que define la permanencia de un jugador.

Las derrotas que encienden las alarmas

El 21 de octubre, en el partido inaugural contra los Leones del Escogido, Asencio subió al montículo en la novena entrada con la tarea de mantener la ventaja de 2-1. Todo parecía ir bien: retiró a Warming Bernabel y Martín Maldonado sin problemas. Sin embargo, cuando Junior Lake se paró en el plato, Asencio cometió un error que resultó fatal. Lake conectó un cuadrangular de 373 pies al jardín izquierdo, a una velocidad de 106.7 millas por hora, dándole la victoria a los rojos con un marcador de 3-2.

Pero la situación no mejoró. En su siguiente aparición, el 22 de octubre, Asencio volvió a fallar. Con el juego empatado a tres carreras, permitió un jonrón de dos carreras a Sandber Pimentel, complicando aún más su situación. Para colmo, Erik González conectó un sencillo que impulsó la sexta carrera, sellando otra derrota para el Licey.

¿Qué sigue para Asencio y el Licey?

Con dos derrotas a cuestas y un inicio de temporada irregular, el futuro de Asencio como cerrador titular está en entredicho. A pesar de su impresionante historial, la realidad es que el béisbol es un deporte donde el presente pesa más que el pasado. La afición liceísta, que tanto lo ha vitoreado en sus años dorados, ahora se pregunta si es momento de un cambio en el bullpen.

El cuerpo técnico deberá tomar una decisión difícil: seguir apostando por la experiencia de Asencio o dar paso a nuevas opciones que puedan traer la estabilidad que el equipo necesita en los momentos críticos del juego. Lo cierto es que, para el veterano, el margen de error es cada vez más estrecho, y su próximo juego podría definir el rumbo de su temporada y, quizás, de su carrera.

En conclusión, Jairo Asencio está en una encrucijada. Su legado está asegurado, pero el béisbol, siempre implacable, le exige respuesta de inmediato. La pelota está en sus manos, literalmente y figurativamente, y solo el tiempo dirá si puede recuperar la confianza del equipo y la afición o si ha llegado el momento de ceder su lugar a una nueva generación de relevistas.