El Barcelona acaba de empezar la Champions y ya se ha complicado la vida al contar los dos duelos por derrotas. Primero le sometió el Bayern y en el estadio Da Luz le abrasó el Benfica.
Son muchos los factores que evidencian que el equipo azulgrana no es lo que era del mismo modo que señala a Koeman, en entredicho por el juego del equipo, por los resultados y también por sus planteamientos.
No aprende de sus errores el Barcelona, que salió al campo con las legañas, de nuevo poco tensionado como ocurriera ante el Granada. Entonces le hicieron un tanto en el minuto dos y más de lo mismo sucedió en el estadio Da Luz, como cuando Darwin Núñez descompuso a Eric García y superó a Ter Stegen.
Pero es que Koeman no atina desde hace tiempo con el planteamiento inicial de los partidos casi siempre jugando a lo contrario que pedía el duelo como ante el Bayern, Cádiz y Granada, por más que después se corrija. En esta ocasión lo intentó hacer rápido, pues sentó a Piqué a la media hora de encuentro para sacar a Gavi.
Sin un delantero goleador y sin jugadores que se relacionen demasiado bien con la portería rival ni con una puntería demasiado afinada, el Barça intentó recomponerse con un fútbol de posesión.
Pero se le acababan las ideas y el ingenio en los metros finales, escasos disparos de Luuk de Jong y Pedri que no encontraron la red. Tampoco ayudó los cambios de Koeman, pues a Eric García y a Araujo los permutó, De Jong volvió a ser central cuando se marchó Piqué y Luuk de Jong juega por decreto aunque no de pie con bola. Todo un desaguisado.
Nada que cambiara en el segundo tiempo, de nuevo un baile de pizarra de Koeman y de posiciones, al punto que pasó del 5-3-2 al 4-2-3-1 para acabar con un 4-4-2. Demasiado pendiente del rival y no del balón, el Barça se descascarilló.
Deficiencia que aprovechó el Benfica, primero con un tanto de Rafa Silva desde dentro del área y después un penalti que materializó Darwin Núñez. Un desastre azulgrana.