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La Copa Mundial Femenina Sub-20 2024 no solo destaca por su calidad futbolística, sino también por el crecimiento global de jugadoras que buscan oportunidades en los Estados Unidos. Un total de 47 futbolistas distribuidos en doce equipos del torneo compiten en universidades o ligas profesionales del país norteamericano, un reflejo del fuerte vínculo entre el fútbol femenino y el sistema educativo estadounidense.
Una de estas jugadoras es Mariana Barreto, quien se ha recuperado de una lesión para seguir su sueño en la Central Methodist University, Missouri. “Tuve que hacer muchos sacrificios, incluyendo alejarme de mi familia, pero sabía que este era el camino para cumplir mis metas”, expresó la delantera venezolana. Como Barreto, otras 46 jugadoras provenientes de distintos países han encontrado en Estados Unidos el lugar ideal para desarrollar tanto su carrera futbolística como académica.
Estados Unidos ha logrado atraer a este talento internacional, no solo por su infraestructura deportiva, sino también por su compromiso con la igualdad de oportunidades en el deporte, reflejada en el “Título IX”. Esta ley garantiza a las mujeres los mismos derechos y recursos en el ámbito deportivo universitario, lo que ha permitido un incremento significativo en el número de becas deportivas para futbolistas. En comparación con la edición anterior del torneo en 2022, donde había 35 jugadores compitiendo en el sistema estadounidense, esta cifra ha aumentado notablemente en 2024.
Equipos como Canadá, con 17 jugadoras, Venezuela, con 8, y México, con 4, son algunas de las selecciones que se benefician de la estructura de formación en EE.UU. Maribel Flores, delantera mexicana que juega en la Universidad del Sur de California, destaca lo importante que ha sido el sistema para su desarrollo, tanto personal como profesional. Nacida en Estados Unidos, pero orgullosa de sus raíces mexicanas, optó por representar a México en competiciones internacionales, en parte por la influencia de su familia.
Tracey Kevins, entrenadora del equipo estadounidense, considera que esta diversidad en los equipos es fundamental. “Enfrentarse a jugadoras de diferentes estilos enriquece a nuestro fútbol. Nos permite estar más preparados para los desafíos internacionales”, comentó Kevins, al analizar la tendencia creciente de jugadoras extranjeras en su país.
El caso de Seoyoon Chang, nacida en Corea del Sur y estudiante de Yale, es otro ejemplo de cómo el sistema estadounidense facilita a las jugadoras seguir una carrera dual en el deporte y la academia. Chang soñaba con representar a su país natal en una Copa del Mundo, y esa posibilidad se concretó mientras se preparaba para sus solicitudes en la prestigiosa uni.
Este fenómeno no solo evidencia la influencia del sistema estadounidense en el fútbol femenino, sino también cómo está transformando el futuro de muchos jóvenes atletas.
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