Que el Real Madrid es el equipo más importante del mundo, de eso no hay duda. Cualquier fanático de otro equipo puede sentirse ofendido por tal afirmación y podrían darse horas de debate al respecto. Pero en el torneo donde están los mejores, la Champions League, parece no haber forma de batir a los merengues cuando están iluminados. Y eso es motivo suficiente.

Un palmarés de trece conquistas habla por sí solo. No se puede negar el dominio del Real, más allá de que las primeras cinco hayan sido en las primeras cinco ediciones, cuando el torneo aún estaba en pañales y no todos los campeones aceptaban participar (como los ingleses). Pero sacarle seis trofeos de ventaja al segundo (Milan con 7) no se puede pasar por alto.

Por eso esta edición es particular. La forma en la que el Real Madrid llegó a la Final en París ante Liverpool es digna de analizar. Porque no fue pasando rivales como conos de entrenamiento apelando a su superioridad o a su importancia. No, fue distinto. El Real Madrid llega a la Final sin brillar, pero con un plus anímico y místico que solo tienen los grandes equipos.

El sorteo determinó que el Grupo D lo integraran el Real junto al Inter, el Shaktar Donetsk y el debutante Sheriff Tiraspol. No parecía un grupo demasiado complicado donde españoles e italianos seguramente se llevarían fácilmente la clasificación. Pero las primeras jornadas tuvieron momentos límite que dejaron algunas dudas.

El primer partido, en Milan, se definió recién en el minuto 90 con un de Rodrygo para los merengues, mientras que la segunda jornada, el Real Madrid cayó sorpresivamente ante el Sheriff en el Bernabéu por 1-2. Recién el cierre de la primera rueda entregó tranquilidad con el 5-0 en Ucrania. Finalmente, habría un pleno en la segunda ronda con tres triunfos cómodos que dejaron al Real en primer lugar de su grupo.

El Madrid no era una máquina, no jugaba del todo bien y sufría la crítica de un fútbol español que carecía de buen nivel y el Real Madrid, en realidad, era el menos peor ante las crisis del Barcelona y el Atlético. Y encima se venía el París Saint-Germain en octavos.

Y acá es donde aparece la mística, aquel factor que no se puede explicar y lleva a los grandes equipos a momentos gloriosos. La ida, en Francia, fue toda del PSG. Un sinfín de goles errados (incluso un penal atajado por Courtois a Messi) no podían abrir un marcador que debía ser de más de un gol. Recién Mbappé pudo abrir la cuenta en la última jugada. Pero todo seguía abierto.

En la vuelta, el Bernabéu pareció apagarse cuando el mismo Mbappé aumentó la diferencia en el final del primer tiempo. Pero una vez Carlo Ancelotti dijo “Cuando parece que todo ha terminado, este club no te permite bajar los brazos”. En una ráfaga de quince minutos, Benzemá se vistió de héroe y convirtió tres tantos para dar vuelta la serie y avanzar a cuartos. Primera hazaña.

En aquella ronda tocaba Chelsea, el vigente campeón, que ya había eliminado al Real Madrid en la anterior edición. Pero queriendo despejar fantasmas, el equipo blanco volvió a tener en Benzemá a un goleador y con otro triplete se trajo de Londres un 3-1 clave. Pero nada estaba dicho. El Madrid dejaba dudas por su juego y cualquier cosa podía pasar.

Los festejos de cada triunfo reflejan lo sufrida que fue la Eliminatoria para el Real Madrid

En el Bernabéu el Chelsea fue por todo y logró ponerse 3-0, resultado que lo dejaba en semifinales. A diez minutos del final, apareció Rodrygo y puso el descuento que llevó todo al alargue. Y otra vez Benzemá volvió a decir presente para dejar a su equipo en la siguiente ronda. Segunda hazaña.

Por si fuera poco tocaba el Manchester City de Pep Guardiola, equipo que se desvive por lograr su primera conquista tras perder la última final. Y eso parecía porque en la ida en Manchester pasó por arriba al Madrid. Pero el equipo celeste chocó contra lo impalpable, lo divino. Cuatro goles metió el City, pero de alguna manera, el Real se las arregló para conseguir tres y dejar todo abierto en Madrid.

Y la historia ya se conoce. Nuevamente el City se erró varios goles, pero el gol de Mahrez en el segundo tiempo parecía no dejar dudas de que la final sería nuevamente inglesa. En el minuto 89 Benzemá rescató una pelota imposible y Rodrygo nuevamente la empujó para dar ilusión. Apenas un minuto después, el mismo Rodrygo conectó un cabezazo e hizo estallar el delirio. El tanto de Benzemá en el alargue no sorprendió a nadie. Tercera hazaña.

La Final en París enfrentará a Liverpool y Real Madrid por tercera vez. Hasta ahora, ambas fueron para los merengues. Pero mientras que los de Kloop llegan arrasando con todo, jugando todos los partidos posibles de la temporada, el Real demuestra que el partido dura hasta que termina. ¿Quién se impondrá?