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El Barcelona de Pep Guardiola fue un antes y un después en el fútbol mundial. Entre 2008 y 2015 el equipo catalán se cansó de ganar cosas, incluso bajo el mando de los sucesores del actual entrenador del Manchester City. Y la fórmula fue la misma: el tiqui-taca.
El juego de pases, de tenencia de balón, de paciencia para encontrar huecos y explotar en los momentos justos fue el estilo que, si bien no era nuevo en el deporte, tuvo una reversión en el club culé que fue replicado en todo el mundo. Salidas del arquero desde abajo, cada vez menos pelotazos o centros al área y ensanchar la cancha con cientos de pases para cansar al rival.
Así como los Golden State Warriors y Steph Curry cambiaron la NBA, el Barcelona y España hicieron lo mismo con el fútbol. Pero justamente pasa eso: todo cambia. Y el fútbol, que había imitado ese estilo, ahora encontró la forma de contrarrestarlo. O mejor dicho, lo mejoró.
Desde su título europeo en 2012, España ha decepcionado en cada competición grande que disputó. Al punto que solo ganó tres juegos en los tres Mundiales siguientes. El motivo, el mismo: los rivales le encontraron la vuelta.
El partido ante Marruecos fue la evidencia clara de que se ha creado un antidoto para el tiqui-taca. Pero ese no es una férrea defensa muy retrasada y que no pretende jugar, como han expresado Luis Enrique o los mismos jugadores españoles post eliminación. Porque si, Marruecos se defendió, pero tambien fue más incisivo en sus transiciones y ha tenido varias situaciones de gol, a diferencia de los europeos.
Y los análisis no son nada compasivos: “Más de 1.000 pases y sólo un tiro a puerta. Salen del torneo con un 77 por ciento de posesión pero menos tiros que Corea del Sur y Senegal. Anotaron nueve goles, pero siete de ellos llegaron en el partido inaugural contra Costa Rica”, remarcan los medios. Es decir, una tenencia totalmente inproductiva.
Más que echarle la culpa al rival por jugar de una forma que no le gusta a los españoles, son los mismos españoles los que tienen que modificar su planteo ante tácticas defensivas. Justamente el mérito fue de Marruecos (o de Japón, que tambien les ganó), que encontró la forma de neutralizar los pases ibéricos y al mismo tiempo generar peligro.
Es cierto que España tuvo en los pies de Pablo Sarabia el gol que le hubiera dado el pase a cuartos y solo fue el palo el que se los negó. Quizás si ese balón entraba, el análisis era otro. Pero es innegable que a España le cuesta horreres romper el cerco rival, cuando antes no sucedía. Es hora de cambiar de nuevo