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Muchísimas historias giran alrededor de una de las figuras más grandes e influyente del fútbol mundial. Una de ellas ocurrió en 1985, en Acerra, una localidad cercana a Nápoles. Maradona apenas ascendía a su trono de máximo ídolo del Napoli jugó un partido benéfico en un campo totalmente anegado por la lluvia.
Ese partido aconteció en contra del deseo del presidente del Napoli, Corrado Ferlaino, quien acababa de pagar una millonada por su traspaso desde el Barcelona y quería que su máxima estrella no terminara con una pierna rota por jugar en el barro.
“No me extraña la actitud generosa de Diego en Acerra. Fue un encuentro entre pobres, entre despreciados, entre gente de piel morena”, le dice a BBC Mundo la periodista argentina Alicia Dujovne, quien escribió el libro “Maradona soy yo” en 1993.
“Él se identificó de inmediato con eso. Se sintió que era uno de ellos. El partido de Acerra muestra mucho de lo que era Diego como persona“, agrega
Pero ¿qué fue lo que llevó a Maradona a arriesgarse a jugar en un campo no adecuado para un futbolista profesional contra un equipo de segunda división?
Ese invierno del 85 Pietro Puzone, un mediocampista Napoli y compañero de Maradona, conoce la historia de un hombre que vive en la localidad de Acerra (a unos 25 kilómetros de Nápoles y de donde era oriundo Puzone), y cuyo hijo está gravemente enfermo y necesita una operación urgente que solo se puede hacer en Francia.
El periodista italiano Carlo Liguori le contó a BBC Mundo que en ese momento Puzone les pide a las directivas que si se puede organizar un partido benéfico, con el Pelusa incluido, para ayudar a este padre y a su hijo.
Ferlaino se niega y lo hace basado en un argumento: acaba de pagar US$8 millones y si Maradona llegaba a tener una lesión grave en un partido amistoso de esa índole, la aseguradora se negaría a pagar el dinero invertido.
“Maradona le dice a Puzone ‘Que se jodan los Lloyds de Londres. Este juego debe jugarse para ese niño'”, señala Ligouri.
El lunes 25 de enero de 1985, después de haber vencido a la Lazio el día anterior, el equipo titular con Maradona al frente y desobedeciendo el mandato de las directivas, hace presencia en el pequeño estadio Nuevo Comunale de Acerra.
El invierno había sido sido implacable y la cancha era un lodazal. Aunque eso sí, las líneas estaban perfectamente marcadas de blanco. Las tribunas estaban repletas.
“En uno de los goles de Maradona había gente que hasta veía el partido al borde del campo de juego y detrás del arco e invadieron la cancha para festejar el tanto”, cuenta Liguori.
El rival era el modesto Acerrana. Las imágenes de los videos muestran a Diego Maradona calentando de la misma manera que lo hacía en la previa de los juegos en el San Paolo, la casa del Napoli. El partido comenzó. Maradona gritó. Maradona indicó. Maradona capitaneó.
Liguori señala que una de las anotaciones del astro argentino en ese partido fue un anticipo del que iba a ejecutar un año y medio después en el Azteca de México.
“En la segunda mitad, aquí está lo que en la tradición napolitana se considera el ensayo general del famoso gol del siglo anotado para Inglaterra en el Mundial de 1986: roba el balón a un oponente, descarta a toda la defensa, luego al portero, e introduce el balón en la red”, relata el periodista.
Al final el Napoli ganó 4-0, pero el dinero recaudado en las tribunas no alcanzó para la operación. Maradona puso el resto.
“Fue un momento en que volvió a sus orígenes, totalmente cubierto de barro, se le notaba la felicidad”, anota.
“Se puede ver cómo hacía piruetas, corría, gritaba. Era como hubiera vuelto a los potreros de Villa Fiorito por un día”, añade.
Está es una de tantas historias de Maradona y tantos otros futbolistas que han marcado la vida de la gente más allá de la línea de cal.