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Un 16 de julio, pero de 1950, hace 73 años, Uruguay le ganó 2-1 a Brasil el partido decisivo de la ronda final y se coronó campeón del mundo. El mítico estadio Maracaná con capacidad para 200 mil personas y abarrotado de gente, quedó en silencio. Nadie lo podía creer. Solo ese grupo de uruguayos que acaban de construir una de las hazañas más grandes de la historia del fútbol: el Maracanazo.
‘O maior estadio do mundo” recientemente construido para el mundial era la frutilla del postre para la fiesta que, por supuesto, esperaban los locales. El día de la definición de la copa se vendieron 199.854 entradas. La fiesta estaba preparada, Los resultados previos potenciaron la euforia colectiva, ya que son el empate le alcanzaba a los brasileros para coronarse (era un formato distinto al de las definiciones que actualmente conocemos). Nadie en Río de Janeiro se quería perder el encuentro. En una época sin restricciones de público, el Maracaná se llenó.
A los 3 minutos del segundo tiempo Albino Friaca puso en ventaja a los locales y comenzaorn las celebraciones, varios bombas de estruendo explotan en las tribunas del Maracaná. Nadie imaginaba el desenlace.
El empate de Juan Schiaffino a los 22 minutos del segundo tiempo preocupó más de la cuenta. La tensión se trasladó desde las tribunas al campo de juego. Hasta que llegó el milagro charrúa. Faltando 10 minutos, el Alcides Ghiggia, un puntero derecho flaquito y veloz, se escapó por la derecha, entró al área y sacó un remate bajo, esquinado, que se metió en el palo izquierdo del arquero Moacir Barbosa. Tras el pitazo final del inglés Reader, nació y creció la leyenda
“Sólo tres personas silenciaron el Maracaná: el Papa, Sinatra y yo” repitió Ghiggia durante el resto de su vida
“Los de afuera son de palo”, aseguran que les dijo Obdulio Varela, el capitán uruguayo, a sus compañeros mirando a los 200 mil brasileños que alentaban esperanzados.“La pena máxima en Brasil son 30 años de cárcel, pero yo he estado pagando, por algo de lo que ni siquiera soy responsable, durante 50 años“, decía en cada entrevista, antes de morir en abril de 2000, el portero Barbosa con complicidad en el gol
Las crónicas de la época relatan que hubo suicidios en masa tras la derrota, los primeros en el mismísimo Maracaná. Un informe reciente de la agencia italiana Ansa en Brasil afirma que “el país registró 34 suicidios” y que además “56 personas murieron de un ataque al corazón”. La camiseta blanca utilizada por Brasil quedó descartada para siempre. Hubo un concurso nacional para la elección de nuevos colores: en 1953 la Confederación Brasileña oficializó el “verdeamarelo”.
No fue el resultado de un trabajo previo, como se puede suponer. El entrenador Juan López tuvo muchos inconvenientes en armar el equipo, tras una larga huelga que paralizó el campeonato local, había muchos jugadores lesionados y en las prácticas llegó a probar hasta 70 jugadores. Salvo excepciones, la mayoría de los 22 integrantes del plantel fueron olvidados hasta por los propios uruguayos; muchos murieron en la pobreza. Siguen siendo héroes nacionales.
Para Uruguay, fue la última consagración de la historia, la patente definitiva de la famosa “garra charrúa”. Aquella que comenzó en los Juegos Olímpicos de París en 1924, continuó en Ámsterdam cuatro años después y quedó ratificada en Montevideo en el Primer Campeonato del Mundo. Las cuatro estrellas siguen brillando en el escudo de la Asociación Uruguaya de Fútbol y en las camisetas oficiales, porque fueron autorizadas por la entidad internacional a partir de 1991 en reconocimiento por aquellos “campeones amateurs” conseguidos en 1924 y 1928 bajo la organización de la FIFA, y los dos posteriores campeonatos mundiales.