Pase corto, en el área, gol y voltereta. Otro pase, gol y voletereta. Así se recuerda a Hugo Sánchez, el mejor jugador de la historia de la CONCACAF en el siglo XX, según la Federación Internacional de Fútbol y Estadísticas (IFFHS, por sus siglas en inglés). Y es que no hay otro jugador de la región que haya logrado tanto en el mejor fútbol del mundo como el mexicano.
Nació en Ciudad de México el 11 de julio de 1958. Se le conoce como futbolista profesional, pero tiene un grado de odontólogo, obtenido en la U.N.A.M., y cinco Pichichis en la Liga Española. Además de muchos otros logros en matería futbolística.
Sánchez fue un personaje en su momento. Era de esos en los que no hay término medio. Lo quieres o lo odias. Deleitó al mundo con dos participaciones en Copa Mundo, la de Argentina 1978 y la de México 1986. En siete partidos disputados (3 en Argentina y 4 en México) solo pudo anotar un gol. Con el tri mexicano dejó un saldo de 29 goles anotados en 58 partidos.
Lo llamaban Hugol, por ese olfato para encajar cuando estaba en el área chica. ‘Hugol’ debutó en el Club Universidad Autónoma de México el 23 de octubre de 1976, donde jugó hasta 1981. Durante esa época formó parte del San Diego Sockers (1979-1980), equipo de fútbol bajo techo. Su manera de jugar lo hizo emigrar a España, donde fue figura del Atlético de Madrid de (1981-1985), equipo donde salió campeón goleador, para luego firmar para el Real Madrid (1985-1992), equipo con el alcanzó sus máximos logros.
Con los merengues alzó en cinco ocasiones la Copa de Liga, una Copa del Rey, tres Súpercopas de España. También ganó una Bota de Oro y dos premio Don Balón. Pero además, fue campeón con el Atlético Madrid y visitó la camiseta del Rayo Vallecano. Esto lo convierte en uno de los pocos futbolistas en la historia del balompié en haber vestido las tres camisetas de los clubes madridistas de primera división.
Tal fue la fama de Hugo Sánchez en el mundo que el periodista y ensayista uruguayo, Eduardo Galeano, en su libro Fútbol a sol y sombra menciona cómo el azteca salvó a dos periodistas en la época de la guerra fría.
“El oficial bramaba quién sabe qué, mientras ellos balbuceaban quién sabe qué, pero cuando el oficial se pasó el dedo por pescuezo y las armas hicieron clic, los periodistas entendieron perfectamente bien que los estaban confundiendo con espías y que ni modo, no queda más que despedirse y rezar por si hay cielo”, escribió Galeano.
Los periodistas, sigue la historia, atinaron a sacar su pasaporte mexicano. Los policías, al ver esto, se les iluminó el rostro gritando: ‘¡México!, ¡Hugo Sánchez!’.
Y es que eso hacen los grandes, salvar a los demás con solo mencionar sus nombres.