Choque de gigantes con cuentas pendientes
Este domingo, desde las 13 en el Mercedes-Benz Stadium de Atlanta, Inter Miami y el Paris Saint-Germain abrirán los octavos de final del Mundial de Clubes. El encuentro tendrá como protagonista principal a Lionel Messi, pero también marcará un reencuentro cargado de historia: volverá a verse las caras con Luis Enrique, su exentrenador en el FC Barcelona. Aunque su etapa conjunta en el club catalán dejó una huella dorada con títulos inolvidables, hubo un momento tenso que marcó un quiebre en la convivencia. Años después, ese pasado vuelve a escena.

Un vínculo exitoso… que casi no fue

Luis Enrique asumió como DT del Barcelona en 2014. Messi ya era el líder absoluto del vestuario y, al mismo tiempo, el eje de un equipo que buscaba reinventarse. Aquel primer año estuvo cargado de tensión, especialmente tras un episodio que casi rompe la relación entre ambos.

El conflicto explotó en enero de 2015, cuando Messi regresó a los entrenamientos después de las Fiestas en Rosario. Volvió junto a Dani Alves y Neymar en un vuelo privado, algo habitual en esas fechas. Sin embargo, en una práctica a puertas abiertas, ocurrió el detonante: Messi cayó en el área durante un ejercicio y Luis Enrique, que oficiaba de árbitro, no sancionó infracción. El reclamo del rosarino fue tan airado que la discusión se trasladó al vestuario y requirió la intervención de varios compañeros para evitar que pasara a mayores.

Castigo encubierto y revuelo mediático

El conflicto no terminó ahí. Ese mismo fin de semana, el Barcelona visitó a la Real Sociedad y Messi fue suplente, algo inusual. Ingresó recién en el segundo tiempo, con el equipo ya en desventaja, y no logró cambiar el resultado. El Barça perdió 1-0 y al día siguiente, el argentino se ausentó del entrenamiento, lo que provocó un aluvión de especulaciones en la prensa y generó inquietud en el vestuario.

Una tregua forzada por el éxito

Luis Enrique siempre defendió que su postura no fue personal. “No busqué ese momento de tensión, pero tuve que gestionarlo”, reconoció más adelante. Sin embargo, la presión deportiva y el rendimiento demoledor del tridente ofensivo Messi-Suárez-Neymar hicieron que ambos limaran asperezas.

La reconciliación fue productiva: Barcelona ganó la Liga, la Copa del Rey y la Champions League, firmando un triplete histórico. A eso le siguieron otros cinco títulos en las siguientes dos temporadas, entre ellos el Mundial de Clubes y dos Supercopas nacionales. El ciclo de Luis Enrique concluyó en 2017 con una efectividad del 80,29%, uno de los registros más altos en la historia del club.

Luis Enrique: de la tensión al elogio desmedido

Con el paso del tiempo, el asturiano dejó atrás los roces y no escatimó elogios para su exdirigido.

“Solo puedo decir maravillas de Leo Messi”, aseguró en entrevistas posteriores.
Incluso lo comparó con una escena de película:
“¿Viste Matrix, cuando todo se ralentiza y el protagonista puede hacer lo que quiere? Eso es Messi. Solo él puede hacer eso en una cancha”.

Años después, también demostraría que su estilo no se adapta a egos: recientemente, al dejar el PSG, lanzó un dardo a Mbappé:

“Ahora sí vamos a jugar como yo quiero, porque todos harán lo que les diga”.

El reencuentro y la motivación de un Messi herido

Este domingo, Messi tendrá al frente a ese mismo entrenador con el que supo tener diferencias. Pero el contexto es distinto: ya no está en París, donde su paso fue tan criticado como incómodo, y su presente lo encuentra motivado, con hambre de revancha y acompañado por Javier Mascherano como DT, quien también compartió vestuario con Luis Enrique.

Mascherano lo dijo sin vueltas:

“Para nosotros es mejor si Messi juega enojado”.

La historia sigue en Atlanta

El reencuentro entre Messi y Luis Enrique en un escenario mundial no es casualidad. Ambos representan lo mejor del fútbol de la última década, pero también encarnan dos formas distintas de entender la gestión de egos y liderazgo en la elite. El duelo entre Inter Miami y PSG será mucho más que un partido de octavos: será una cita cargada de historia, emociones cruzadas y cuentas pendientes. Y con Messi como siempre, dispuesto a escribir su propio final.

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