Cómo hacía, no lo sabemos, pero lo hacía. En él brotaba la fuente de la eterna juventud. De hecho, pertenece al grupo muy exclusivo: los que han jugado en cinco mundiales. Él fue el segundo en conseguirlo. El primero fue el gran portero mexicano Antonio Carbajal.

Aquel hombre daba miedo. Aquel panzer cruzando el medio campo, con banderas desplegadas, enviando a sus tropa al ataque. Certero en el tiro, preciso en el pase, estudioso en la estrategia. Anfibio. Mediocampista primero, defensa después. Así era Lothar Matthäus, un guerrero incombustible. 

Nadie puede entender cómo lo hacía, pero lo hacía. Matthäus ganó la Eurocopa de 1980 con la camiseta de Alemania y luego, en 1990, en Italia, fue quien levantó la Copa del Mundo, luego de vencer en la final a la Argentina de Diego Armando Maradona.

Pero no solo fue eso,  ganó la Copa de la UEFA con el Inter (1991) y el Bayern de Munich (1996).

Jugó en cinco mundiales: España (1982), México (1986), Italia (1990), Estados Unidos (1994) y Francia (1998).

Su Mundial fue el de Italia. Él fue la gran figura. El astro que opacó al Maradona de los tobillos hinchados. Él fue el capitán de los teutones, la máquina demoledora de equipos.

En ese año ganó todo: Balón de Oro, Copa Mundo, premio World Soccer al mejor jugador del mundo, premio al mejor jugador del año al de la IFFHS World Player. El único trofeo que nunca pudo conseguir fue la UEFA Champions League.

Era tanto el valor de aquel jugador que el propio Lothar cuenta una anécdota de Maradona, quien quería llevárselo a Italia para que ambos jugaran juntos en el Nápoles.  “Diego envió una delegación de Nápoles a Munich”, comentó en una entrevista con el diario Bild.

“Estábamos en un restaurante italiano en Bavaria, que en realidad estaba cerrado los sábados y había sido abierto específicamente para esa reunión secreta.  Cuatro italianos y un maletín me esperaban a mí y a mi representante”.

¿Qué había en aquella maleta? Pues el valor de un millón de marcos alemanes (alrededor de 600 mil dólares actuales) para lograr el acuerdo. “Los entrenadores del Napoli me enviaron el saludo de Diego y me pidieron firmar con ese regalo de un millón de marcos: ese dinero era tres veces más alto que el salario que ganaba en Bayern Munich”, aseguró. Y finalizó: “Si bien yo me negué, el gesto de Diego fue realmente muy importante para mí”.

Y es que no había nadie como él. Era único, incomparable. El mejor mediocampista alemán de la historia.