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Creo que no hay mejor manera para definirlo que usando ese calificativo, el sobreviviente y es que Luka Modric ha sobrevivido a todo, a la guerra de los Balcanes, a la desidia y al rechazo por su tamaño y por su físico, también a las inclemencias del tiempo.
Y se dice fácil, pero a sus 37 años uno lo ve así, igual de pequeño y medio enjuto como a sus 25 o 26 años y sin embargo, Luka sale y juega con la intensidad del primer día, juega uno, dos, tres, diez, quince partidos y a veces da la idea que va a desparecer, que se disolverá en medio del campo pero no, sigue ahí, sonriente, firme y lleva diez años en el Madrid que es como si hubiera estado toda la vida allí, paseando por Cibeles y la Estación del Mediodía; siempre siendo un referente, una especie de templario, de pretoriano; fue con Zidane y también con Ancelotti.
La estela
Modric ha visto la muerte de cerca, la muerte, la emigración, ha abandonado sueños, amigos, pero igual no ha dejado de creer, primero en el Dinamo de Zagreb, luego en Inglaterra con el Tottenham, después como si una cita se tratase, de una cita pautada con la historia, llega al Real Madrid en 2012 y allí está, diez años después, con títulos de Champions, Liga, Copa del Rey y ese Balón de Oro en 2018.
Fue el mejor colofón a una carrera pletórica, luego de un Mundial de ensueño, cuando quedó a las puertas de un resultado histórico vistiendo la franela de la selección nacional de Croacia, siendo el mejor jugador de la Copa y en sus lágrimas ese día en Moscú, en sus lágrimas se recogía todo, la tristeza, la felicidad, la frustración por llegar y quedar tan cerca.
El presente
Cuatro años después en Qatar, en otro Mundial, dieciséis años después de su debut con el combinado balcánico en Alemania 2006, ya con más de 100 partidos jugados, siendo respetados por todos; Luka Modric está a las puertas de un nuevo reto en su carrera, justo cuando este viernes, Croacia se mida a Brasil en uno de los duelos de cuartos de final en la presente justa.
El veterano ha vivido el certamen como si cada partido fuera el último y su llanto hace unos días frente a Japón, al momento de ser cambiado, minutos antes de los penales, su llanto lo retrataba otra vez en cuerpo y alma; el honor, la constancia, el amor a la camiseta, el respeto a la afición, a su familia y a él mismo.
Brasil es favorito, todos lo saben, el peso de la historia es irrefutable, de la historia y de la realidad que viven los pentacampeones en suelo islámico, pero los croatas tienen argumentos y sobre todo, tienen a Luka Modric, el sobreviviente, aquel que en su vida ha vivido varias vidas, el que debió huir de la guerra, dejando todo, ese que en este minuto sigue escribiendo una de las páginas más hermosas en el fútbol moderno.