¡He visto a Maradona y enamorado estoy!- asi terminaba el famoso cantico de los tifosis napolitanos a Diego Armando Maradona en sus años de gloria con el Nápoles y quizás sea la mejor manera de definir su legado como un hombre del pueblo, como la encarnación misma del Dios del fútbol.
Y es que el fútbol de Maradona es la dimensión más pura del fútbol y no es que lo otro no sea fútbol, lo es pero aquel fútbol de hace 40 o 50 o 100 años atrás, era diferente; había más vida, más ganas, mas pasión, hoy todo es más artificial, tal parece que este fútbol solo existe dentro una burbuja, tal vez en el cine o la televisión.
El potrero, las duras patadas, la ropa roída, los tres palos de madera haciendo de portería, la yerba tapando los pies, rostros inocentes, grasientos por el sudor o por pasarse la mano tras comerse una pizza intentando mitigar el hambre. Si uno busca elementos que te permitan asociar el fútbol con su estado puro, son esos, la yerba, el potrero, las patadas, el sudor, la pelota de cuero dura; así jugaron ingleses y escoceses aquel día de 1872 cuando nació el futbol, años después también los ingleses en las minas del Rio Frio, después también jugaron los suecos e italianos en los arrabales de Buenos Aires, así era el fútbol antes, el futbol en su estado puro, el fútbol que amó Diego Armando Maradona desde que era un pibe.
Cara a Cara
Entonces Maradona mira a Maradona en aquel famoso programa de televisión y le pregunta- ¿qué le dirías a Maradona en el cementerio?- me preguntas tu a mí- responde Maradona- entonces Maradona ríe, sonríe como siempre, mostrándolo todo, con esos dientes blanquísimos, cierra los ojos, los abre y mira hacia arriba, se enfoca en las luces del estudio para bajar la mirada y mirar a Maradona otra vez- bueno, le diría que pude dar al cien en el fútbol, que cedi mucho, le di más a las drogas y ahí cedi mucho, pude dar mucho más…
De pronto la nostalgia se impone y uno como fanático llora, la gente llora, todos lloramos y mucho cuando nos percatamos que Diego se ha ido; Diego fue Dios para millones, fue el ídolo, el gran símbolo del fútbol a finales de los años 80 y 90 en el pasado siglo; incluso hubo un momento en que se rehabilito un poco y ya hablaron de un posible regreso, de jugar con Boca Juniors al menos un año más pero era mucho para él, estaba destruido y de la noche a la mañana se volvió un monstruo, casi 130 kg.
Antes…
Aún el duelo por los muertos de Malvinas estaba presente en la memoria popular de los argentinos y en ese año 1986, la oportunidad se pintaba sola para sentir al menos de un modo sutil el sabor de la venganza; el fútbol ponía frente a frente a Argentina e Inglaterra en la Copa Mundial de ese año.
En aquel entonces todos miraban a Maradona, a Diego Armando Maradona que ya venía siendo sensación con el Nápoles en Italia y las esperanzas de todo un país estaban en él, en ese entonces buena parte de los argentinos tenían mas fe en Diego que en el mismo Raúl Alfonsín.
Con 26 años, Maradona cargaba sobre sus hombros la ilusión de todo un país y cumplió, le metió dos “pepazos” a los ingleses, como el mismo expresó en varias entrevistas, le metió dos también a la Bélgica del mítico Jean Marie Pfaff y luego en la final ante Alemania, manejó los hilos del partido como el genio, con asistencias, con su carácter, apretando en los momentos duros, sobre todo después del empate germano, hasta que al final esa mirada suya hacia el cielo, recogió el sentir de todo un país, de un continente entero, había cumplido su promesa de llevar la Copa a Argentina.
Para ese entonces Maradona era el niño mimado en el sur de Italia, pues con el Napoli tejía sus mejores momentos y si bien, en el Mundial de 1990 volvió a llevar a la albiceleste otra vez a la final ante Alemania, con aquella asistencia magistral a Caniggia para definir el juego ante Brasil, con aquella polémica tanda de penales ante Italia; asi y todo, no fue igual, su mejor momento cumbre fue en aquel verano de 1986 en Ciudad de México.
Su vida pasa en flashazos ante nuestros ojos, el debut en Argentinos Juniors, la llegada a Barcelona, la esperanza frustrada de tocar la gloria como culé, la bronca con el Atlhetic de Bilbao, su abrupta salida y después del Napoli su regreso a España con el Sevilla, hasta su idilio final con Boca Juniors; una vida cargada de tanta emoción, una vida que fueron a su vez como cien, como mil vidas juntas y eso siempre fue su mayor orgullo, vivir cada segundo como si fuera el último.
Y si, Diego murió y el planeta fútbol se paralizó y según cuentan solo con Evita y con Perón se pudo ver semejante marea humana, la Casa Rosada a desbordar, todos llorando y es que en el imaginario social del argentino, Maradona está ahí, entre los grandes de la Patria; un tipo de la gente que siempre fue fiel a su manera de entender las cosas.
Odiado por muchos, vilipendiado incluso, asi y todo, Diego fue amado por la mayoría y hoy a casi un año y medio de su partido su sonrisa carismática vuelve a emerger para recordarnos que sigue presente.