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Si hay un país europeo en el que el fútbol se vive de forma similar a Latinoamérica es Italia. Y si hay una ciudad italiana que puede pasar por una de América Latina en materia futbolística es Nápoles. Y Nápoles está de fiesta porque el equipo se consagró campeón de la Serie A por tercera vez en su historia.
Con el empate 1 a 1 ante Udinese, los del sur de Italia lograron un título que no alcanzaban desde 1990 cuando aún jugaba Diego Armando Maradona para el equipo. Un Diego que ya no está en este plano, pero desde que mira a todos desde arriba ha causado milagros como que Argentina haya salido campeón de la Copa América y del Mundo después de tres décadas. Y ahora su querido Napoli, donde no es menos que un Dios.
Desde la salida de Maradona del equipo, allá por principios de los noventa, Napoli vivió de todo. Nunca pudo recuperar el éxito y sufrió nuevos descensos que lo llevaron a una quiebra y refundación. Volvió a resurgir en 2004 a manos del empresario Aurelio De Laurentis, que lo regresó a Serie A en 2007 y lo convirtió de nuevo en un equipo competitivo. Pero se topó con el Inter y la Juventus. Esos equipos del Norte, que representaban el poder y la opresión que contrasta con el laborioso sur.
Cinco ligas seguidas ganó el Inter y nueve títulos seguidos tuvo la Juventus en el lapso que el Napoli volvió a las andadas. Apenas pudo conformarse con alguna Copa Italia o una Supercopa Italiana. Hasta ahora. Justo cuando se acababan de ir figuras tan importantes como Marek Hamsik (máxima cantidad de presencias), Dries Mertens (máximo goleador histórico) o Lorenzo Insigne (nacido y criado en Nápoles).
Ahora hay una heterogénea de toda Europa y del mundo. Georgia, Kosovo, Eslovaquia, Uruguay, México, Corea del Sur, Macedonia, Nigeria, Camerún, Polonia y Noruega son solo algunos de los países representados por este equipo. Sin figuras rutilantes, sin estrellas consagradas hasta ahora. Napoli obtuvo su tan ansiado retorno a la gloria. 33 años después y con el Diego desde arriba. Creer o reventar.