A las 2 de la tarde no había boletas en las taquillas de los Tigres del Licey. Un letrero de “no hay boletas” adornaba las ventanillas. Y era de esperarse, porque era un juego entre los azules y las Águilas Cibaeñas. Lo que no era de esperarse eran los precios de las entradas en manos del mercado negro.
Y eso que el Licey anunció con bombos y platillos que venderían las boletas electrónicamente. Pero de nada ha servido.
Para hacer un experimento social le pedimos al conductor del taxi que nos trasladó hasta el estadio Quisqueya Juan Marichal, sede del duelo de este lunes, que preguntara, así por casualidad, el precio de los tickets. Desde la esquina del semáforo de la San Martín estaban los revendedores ofreciendo su mercancía.
“Estaciónate allí, estaciónate allí“, le dijo el revendedor a Juan Carlos, el conductor. “No, tranquilo. Solo quiero saber el precio de preferencias y de gradas”, dijo el joven. Sin chistar, sin titubearm soltó la cifra.
“A 2500 los placos, a 1200 la preferencia y gradas a 600. ¿Cuál quieres?”, fue la respuesta.
“Gracias”, respondió Juan Carlos, quien cerró la puerta, metió la cabeza y se dirgió al lugar de destino.
Al apearnos, junto enfrente de la estatua de Juan Marichal, sin siquiera ver que teníamos una credencial de prensa, uno agente del mercado negro se acerca. “¿Quieres entradas?”. Se oye una voz del más allá:
“No ves que es un periodista”, le dice.
“Y que importa ¿y si el quiere una entrada para un amigo?“, ripostó el vendedor.
La pregunta fue directa. Había que saber los precios. Casi los mismos que el primero que se contactó. Con la única diferencia de que él tenía las gradas a 500 pesos. En líneas generales, las boletas estaban tres veces más caras que si la compraras en la taquilla.
Pero el problema no era el precio sino que alguien lo tuvo que pagarm el precio de los ofertantes, porque a las 9:07, cuando el juego de pelota marcaba la parte baja del tercer episodio, el estadio estaba casi repleto, no tan full como el primer cotejo de los “Esternos Rivales” en la capital, pero sí casi a casa llena.
Llegaba el momento de preguntarle a la gente. ¿Por qué pagar más cuando se puede ver el juego en cssa? Sencillamente porque no es lo mismo que venir al estadio. “Soy aficionado al Licey”, contó Julio, vestido de pie a cabezas con los colores del Licey. “Yo quiero ver el juego, porque no importa lo que tenga que pagar. No hay nada mejor que venir al play y ganarle a las Águilas”.
Luego de dos o tres respuesta similares la conclusión es solamente una: el mercado negro existe porque hay gente que es capaz de dar lo que fuera por ver un partido de pelota en vivo. Y como no hay mecanismos eficientes para evitarlo, los revendedores hacen su día cuando viene el juego de juegos.
Así de sencillo. ¿O no?