Un total de 12 mil 450 personas pagaron la boleta para ver el juego. Aquel recinto era un hervidero. Mucha algarabía, música, ánimo.
A cada rato se escucha al coro “¡Le dimos aquí! ¡Le dimos allá!”, en clara referencia a las palizads propinadas tanto en casa como a domicilio.
¡Esto huele a gloria!”, gritaba el animador del equipo por los parlantes. Los liceístas estaban exhultantes, felices. Out tras outs, ponche tras ponche de Erling Rodríguez. Alegría.
Ronny Mauricio se embala dede primera hasta el home con una velocidad trempidante, se desliza en la goma, mira la setencia del árbitro, saca la lengua en señal de cansancio. ¡Explotó el Quisqueya!
“¡Licey! ¡Licey!”, era la arenga.
Aunque la estructura del llamado “Coloso del Ensanche la Fe” es una estructura de los años 50 del siglo pasado todo fluyó tranquilamente. El lobby, donde están los concesionarios de comida albergó al más variopinto de los conglomerados. Se vendió de todo, de todo.
Por la parte derecha del estadio, donde se aglomeran los aficionados de las Águilas había silencio. “Pero hermano, disfrute su juego”, le decía un fanáticos a otro. El que hablaba tenía la gorra azul y su amigo era de las Águilas.
“¡Soy aguilucha hasta la muerte!”, dijo Joanna, una chica rubia ataviada con su chaqueta de los rapaces. “Esto no significa nada. Vamos a ver cómo termina la temporada”.
Los dos juegos del fin de semana entre Águilas y Tigres dejó mucho dinero en ambas taquillas, los concesionarios vendieron toda sus mercancías y el público hizo catarsis. Se demuestra una vez más el impacto social que estos jueguen tienen en la opinión pública y en la sociedad dominicana.
Así fue la serie Licey-Águilas
Los Tigres del Licey anotaron 10 carreras contra ninguna de las Águilas. Ronny Mauricio fue uno de los mejores en la ofensiva. En los dos partidos bateó de 7-3 con jonrón de pierna incluido, más dos anotadas y seis remolques.
Por esta razón cada vez que el joven prospecto se para en el home todo el mundo apluade y corean su apellido. Ha sido la némesis de los cibaeños y eso no tiene precio para un fanático del Licey.
Otro que supo cómo explotar todo el potencial de su bate contra los brazos aguiluchos fue Charles LeBlanc. El canadiense se fue de 8-4 con dos anotadas y un doblete.
Eso sin contar que el pitcheo del Licey acabó literalmente con los bates amarillo. En total fueron 18.0 entradas, en las que espaciaron tres hits, pocharon a 20 adversarios.
¿Se puede pedir más? Pues lo del Licey fue un abuso. 10 hits conectados el domingo y nueve el sábado, de los cuales siete fueron extrabases, el jonrón de piernas de Mauricio, triple de Elly De La Cruz, los ocho ponches en 4.0 entradas de Elvin Rodríguez. La consagración en tierras cibaeñas de César Valdez como lanzador.
Por eso los aficionados de las Águilas estaba exultantes. No es para menos. Lo que hubo no fue sino una paliza desde todo punto de vista. Las Águilas no pudieron con el Licey el dominio fue claro.
Queda ver qué sucederá en los próximos encuentros, pero una cosa sí es cierta: gane o pierda cualquiera de los dos equipos, el público se la va a gozar hasta más no poder.