La temporada 2021 ha alcanzado niveles de tensión que encuentran muy pocos precedentes en la historia de la Fórmula 1. El tenso enfrentamiento entre Lewis Hamilton y Max Verstappen ha evolucionado hasta convertirse en un choque global entre Red Bull y Mercedes.
En este clima todo parece haberse llevado al extremo, cada pequeño detalle se analiza, cada suceso se convierte en motivo de discusión, y escenarios menores que en otras temporadas habrían pasado desapercibidos ahora se convierten en un caso de debate.
En este contexto, el trabajo de quienes se sientan en la sala de control no es fácil, pero también es cierto que es precisamente en estos momentos cuando surge la labor de quienes están llamados a gestionar las normativas para mantener todo en control.
La impresión que surgió al final del Gran Premio de Arabia Saudita es que la prueba de resistencia a la que se ha sometido la estructura de la FIA en las últimas semanas está revelando deficiencias, y esto no sólo lo dicen los aficionados, sino también varias personas del sector. Los reglamentos, las decisiones y la gestión de las situaciones de emergencia reflejan a menudo un contexto desordenado, producto de normas elaboradas hace años y que probablemente empiezan a mostrar los signos de la edad.
En este contexto encaja la figura de Michael Masi, que se ha encontrado en el papel de director de carrera en circunstancias dramáticas (la repentina muerte de Charlie Whiting en la víspera del Gran Premio de Australia de 2019) y que está llamado a recoger el testigo de una figura histórica e institucional como es ser el delegado de seguridad y director de carrera de la F1 desde hace años.
En la noche de Yeda se produjeron situaciones inéditas para quienes no operan entre el muro de boxes y la dirección de carrera, como la “negociación” entre Masi y los responsables de Mercedes y Red Bull (Ron Meadows y Jonathan Wheatley) para encontrar un acuerdo sobre cómo componer la parrilla de salida tras una suspensión de carrera.
La bandera roja provocada por el accidente de Mick Schumacher en la novena vuelta de la carrera en la curva 23 fue muy discutida. Oficialmente la bandera roja era necesaria para una revisión de las barreras TecPro, pero para muchos entendidos fue una decisión excesiva, dado que a los 20 minutos se reanudó la carrera, y en un espacio de tiempo tan corto no son posibles intervenciones sustanciales.
Nadie estaba de buen humor al final de la carrera, y es comprensible, pero hay motivos para quejarse. Cuatro coches de seguridad virtuales, confusión en las comunicaciones que informaban a Mercedes y Red Bull de la devolución de la posición de Verstappen a Hamilton, polémica por la misma maniobra de intercambio de posiciones cerca del control de DRS. Un alboroto que lo superó todo, eclipsando un enfrentamiento acalorado, duro y fascinante, que debería poner a los dos pilotos en el centro de la escena.
En cambio, como en la peor tradición futbolística, en los eventos postcarrera en Yeda se habló y se habla del árbitro. El papel de Masi no es fácil, especialmente en el clima actual, pero no se puede pretender no ver que hay deficiencias y que se necesitan medidas correctivas.