Este fin de semana la Fórmula 1 se toma un descanso y, tras la doble jornada en Silverstone y Austria, habrá que esperar hasta la próxima semana para retomar las actividades en el Gran Premio de Francia en el Circuito Paul Ricard de Le Castelet. Por eso, es buen momento para recordar una de las historias más bizarras en una época en la que la Fórmula 1 permitía situaciones como esta.
A fines de la década del ochenta y principios de la década del noventa, la categoría era más permisiva con las inscripciones de los equipos que quería inscribirse para participar de la temporada venidera. Alrededor de veinte escuderías participaban de cada Gran Premio en años en los que era habitual ver monoplazas que no daban la talla y ni siquiera clasificaban a la carrera los días sábados.
Por eso, en ese contexto no era raro que un empresario llamado Andrea Sassetti hiciera el intento de tener su propio equipo en el Gran Circo. Lo curioso, es que Sassetti no tenía ningún vínculo ni experiencia en el deporte automotor. De hecho, su rubro era el del calzado siendo fundador y dueño de una marca llamada Andrea Moda que, hay que decirlo, no le iba nada mal.
Así, ese impulso lo motivó para publicitar su marca en el mejor lugar posible: el Campeonato Mundial de Fórmula 1 de 1992. Aunque el camino no sería nada fácil para el pobre Andrea. Con un presupuesto muy limitado, compró el equipamiento de la Scuderia Coloni, otro equipo que había fracasado rotundamente, a pesar de haber subsistido durante poco más de cuatro temporadas, y que cerró operaciones en 1991.
Extraoficialmente se dice que Sassetti pago 12 millones de dólares por la compra del equipo; esa compra incluía todos los elementos del equipo al igual que dos chasis Coloni C4 que fueron incluidos dentro del negocio y así fue como nació Andrea Moda Formula. El problema, es que, si bien Sassetti compró el material de Coloni, no compró la licencia para poder participar del Campeonato, ya que la FIA lo consideraba como un equipo nuevo. Así, no pudo ser parte de la primera carrera, en Sudáfrica.
Al ceder ante la FIA y, finalmente, pagar la fianza, se encontró con otro problema. Pagar la licencia significaba ser, oficialmente, un equipo nuevo. Por lo tanto, no podía usar el chasis de Coloni y debía construir uno propio. Y la siguiente carrera era en apenas tres semanas.
A las apuradas, Sassetti compró un diseño que Simtek tenía previsto usar con BMW en un intento de la marca alemana de ingresar a la categoría pero que finalmente no se materializó. Así, con chasis nuevo, se presentaron en la segunda fecha, en México, pero no llegaron a montar las piezas por lo que tampoco pudieron correr.
A esta altura, los dos pilotos contratados, los italianos Alex Caffi y Enrico Bertaggia, mostraron públicamente su descontento con la administración de la escudería y fueron despedidos. Inmediatamente fueron reemplazados por el brasileño Roberto Moreno y el británico Perry McCarthy. Este último no consiguió la súperlicencia por lo que no pudo correr en Brasil, la tercera carrera.
Moreno, en cambio, sí corrió, aunque muy lejos estuvo de hacer un buen papel, ya que su carro hizo un tiempo quince segundos mayor al del primero, por lo que claramente no clasificó. Para empeorar las cosas, Bertaggia regresó junto a varios patrocinadores que le hicieron agua la boca a Sassetti que no dudó en aceptarlo de nuevo en reemplazo de McCarthy. Pero la FIA no autorizó el fichaje ya que Andrea Moda ya había llegado al límite máximo de cuatro pilotos en la temporada, por lo que fue obligado a quedarse con el británico.
Las carreras pasaban y los monoplazas negros daban más pena que vergüenza. Si no fallaban antes de completar el giro, realizaban tiempo muy por encima del máximo permitido para superar la preclasificación. Los Andrea Moda tenían tiempos entre quince y veinte segundos más lentos que los Williams, los líderes de ese año.
El único milagro para Sassetti fue poder superar la clasificación con el carro de Moreno en el Gran Premio de Mónaco, circuito donde prima más la habilidad que la potencia. El empresario pudo promocionar su marca en el lugar más glamoroso del calendario, a pesar de que el piloto brasileño apenas duró unas pocas vueltas.
Pero las cosas irían peor. El convenio con la marca de motores Judd se interrumpió por falta de pago y para el Gran Premio de Canadá, Andrea Moda tuvo que usar un motor prestado por Brabham. En Francia, el equipo no pudo presentarse por no llegar a tiempo debido a una huelga de camioneros y los patrocinadores de la escudería huyeron en consecuencia.
El final estaba cerca y en las siguientes carreras los problemas continuaron. Ninguno de los carros logró clasificar a otra carrera y la situación era cada vez más precaria. En Bélgica, a McCarthy le pusieron a conciencia una dirección con fallas y de milagro el piloto no se estrelló en Eau Rouge. Esa fue la gota que colmó el vaso.
Para colmo, Andrea Sassetti fue apresado por las autoridades locales por fraude y cuentas impagas y la FIA decidió revocar de por vida la licencia del equipo expulsándolo del campeonato. Insólitamente Andrea Moda se presentó en Monza para la siguiente carrera pero le fue permitido el ingreso al circuito.
El empresario italiano continuó con su negocio de zapatos, luego de salir de sus problemas legales. Actualmente se dedica a invertir en negocios de construcción y sigue siendo aficionado al automovilismo. Conserva en la actualidad ambos autos S921, construidos por Andrea Moda y los tiene exhibidos en su casa.