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En mayo, hace apenas un mes, el CEO de la escudería Mercedes, Toto Wolff, llegó a tildar el monoplaza del equipo alemán en 2023, el W14, de “basura”. “Es peor de lo que jamás pensé que sería […] El coche no es lo suficientemente rápido y no entendemos por qué”, añadía. Las perspectivas de futuro para las flechas plateadas no parecían demasiado buenas esta temporada. Sin embargo, el cuento ha cambiado, y mucho, en Barcelona, tan sólo unas semanas después de tocar fondo. Puede que no tanto como para disputarle el Mundial de Fórmula 1 a los todopoderosos Red Bull, pero quizá sí para convertirse en los más inmediatos perseguidores de Max Verstappen y Checo Pérez. A costa, para cierta inquietud del aficionado español si esta mejoría tiene continuidad, de Aston Martin y Ferrari.

El regreso de Mercedes ha sido sin anestesia, de repente y a lo grande. Forjado, además, en el momento más oportuno del fin de semana: una carrera, la del Gran Premio de España, en la que coparon el 80% del podio. Anteriormente, nadie había prestado demasiada atención a Lewis Hamilton y George Russell. Sus entrenamientos libres y clasificación (cuarto Hamilton y duodécimo Russell) no se salieron de la norma discreta del presente curso. Por eso, los ojos estaban más puestos, como de costumbre, en Fernando Alonso. También en Carlos Sainz, que esta vez superó las prestaciones de su compañero Charles Leclerc.

Pero todo cambió a partir de que el semáforo se puso en verde en Montmeló este domingo. El plan de Mercedes empezó a urdirse desde la salida, cuando Russell adelantó hasta cinco posiciones: a Alonso, en pos de seguir ganando enteros, le superó en la vuelta 6. Que el ritmo de sus bólidos era letal quedó aún más confirmado dos vueltas después, cuando Hamilton se quitó de en medio a un Lance Stroll que había ganado tres puestos al inicio y se colocó tercero. En la 11, Russell ya era quinto, ganándole la partida al Alpine de Esteban Ocon.

El W14 no tardó en poner en su punto de mira al Ferrari de Sainz. En la vuelta 27, el español dejaba de ser segundo para que Hamilton alcanzase una posición que ya no abandonaría hasta la bandera a cuadros. El calvario del madrileño con los Mercedes aún no había terminado: Russell le sacó del podio en la vuelta 35. A partir de entonces, todo fue cuestión de no dejar de apretar y de confiar en que nada se torciese. Los neumáticos resultaron unos aliados fundamentales para que los coches alemanes siguiesen rodando a placer.

Disputarle la victoria a Verstappen fue misión imposible (Hamilton se quedó a 24 segundos del líder del campeonato). Eso sí, lo mismo se puede decir de evitar que los puestos de honor restantes no fuesen a parar a los dos pilotos británicos. Que se lo digan a Pérez, quien, por mucho que lo intentó en el tramo final de la prueba, no pudo con Russell: la remontada del mexicano tuvo que detenerse, viniendo desde la undécima plaza, en el cuarto lugar.