No hubo sorpresas y, por lo tanto, existió esa prevista forma de justicia. Entre un elenco de estrellas de méritos incontestables, capaces todas ellas de aspirar con razón al trofeo, la jamaicana Elaine Thompson-Herah fue elegida por World Athetics, la Federación Internacional, la Mejor Atleta del Año.
La jamaiquina, de todas formas, podía encontrar alguna rival en la estadounidense Sydney MacLaughlin, la neerlandesa Sifan Hassan y la venezolana Yulimar Rojas. Pero fue preferida a ellas. Revalidó en Tokio los oros de Río en los 100 y los 200 metros, y redondeó la hazaña con el título compartido en los relevos 4×100. Una triple centella.
Sin dudas, tuvo un año sensacional. El mejor de su carrera. Llegó con gran competencia a Tokio: su compañera de equipo Shelly Ann Fraser también peleaba no sólo por el oro en los 100 metros, sino también por los récords.
Ha encabezado los rankings del año en los 100 (10.54) y los 200 (21.53) con marcas excepcionales que la han colocado, en ambas pruebas, en el segundo lugar de todos los tiempos, con registros muy cercanos a los aún inaccesibles de Florence Griffith (10.49 y 21.34) que datan de 1988 durante los Juegos Olímpicos de Seúl y que aún no se han podido batir.
Los otros premios:
Atleta Masculino del Año: Karsten Warholm, ganador con récord mundial de los 400 metros con vallas
Atleta en ascenso mujer: Athing Mu. La estadounidense ganó el oro en los 800 metros con apenas 19 años.
Atleta en ascenso hombre: Erriyon Knighton. También de Estados Unidos. A sus 17 años se destaca por sus marcas en los 200 metros, quebrando viejas marcas U20 de Usain Bolt. Fue cuarto en los Juegos.
Federación destacada: Costa Rica. Por su forma de entrenamiento, competición y el programa de trabajo de los últimos 12 meses.
Premio a la Inspiración: Mutaz Barshim y Gianmarco Tamberi por el oro compartido en el salto en alto de Tokio.