Muchos se impresionan con la campaña que experimenta el cerrador de los Mets, Edwin Díaz. Y con razón, pero ¿conoce usted el caso de Mike Marshall? El único cerrador en la historia con 200 innings trabajados y 106 juegos lanzados en una misma temporada. Sí, asi como lo lee. Fueron 200 innings en una sola campaña.

De hecho, esa fue la temporada en donde estableció los récords de más apariciones para un pitcher (106), más innings lanzados para un cerrador (208.1), más juegos finalizados (83). Fue tanto su dominio que sólo permitió nueve jonrones, lideró la liga con 21 salvados, tuvo un WHIP de 1.19 y una efectividad de 2.42.

Pero eso no es nada. Como cerrador tuvo una marca de 15 ganados y 12 perdidos en esa temporada. Como era de esperarse, ese año fue el ganador del premio Cy Young al mejor lanzador de la Liga Nacional. ¿Y es que acaso hay algo así en la historia del beisbol? De hecho, él fue quien le abrió la puerta a los relevistas para ganar el gallerdete al mejor escopetero de una liga. Fue el primero en hacerlo.

El mánager de aquellos Dodgers, campeones del viejo circuito, fue Walter Alston, quien cuando necesitaba salir de situaciones engorrosas llamaba a Marshall. Por lo que podemos ver, el derecho nunca decía que no y estaba listo para la brega, casi todos los días.

“Tenía un trato con Walter Alston”, dijo Marshall en una entrevista de 2003. “Si yo calentaba en el bullpen, era porque ese día iba a lanzar”.

Marshall murió el 31 de mayo de 2021, en un hospicio para mayores en la localidad floridana de Zephyrhill.

Pero  ¿cómo hacía este hombre para ser un verdadero percherón en el montíuclo? ¿Cómo podía resistir tanto?  Porque no solo fue esa campaña en la que trabajó y trabajó y trabajó. No. Entre 1971 y 1975 tuvo sendas campañas de 100 o más entradas, incluida la los 208 innings en 1974.

“Marshall tenía cosas fantásticas, tenía el mejor lanzamiento de tirabuzón que he visto en mi vida”, dijo el exgerente general de los Expos,  Jim Fanning, en una entrevista durante la década de 1990. “Lo verías en una noche fría en Jarry Park y sin sudadera, solo con la camiseta de manga corta del uniforme”.

Marshall había llegado a finales del 73 desde los Expos. Allá lo utilizaron ese año en 92 encuentros y trabajo por espacio de 179.1 entradas. “¡Hey, cámbienme! No puedo soportar este ritmo”, contó una vez riéndose en una entrevista.

Pero eso nada de esto es cuestión del azar. “Nunca me cansé ni tuve fatiga ni dolores en el brazo”, confesó en algún momento. “Por eso todos se alejaban de mí”.

Y es que Marshall era PhD en fisiología del ejercicio. Es interesante saber cómo llegó a ese punto en 1974. Aquí la explicación. Nos la relata el periodista Cary Osborne, en su escrito “Marshall, el último caballo de hierro”.

Marshall tiene un doctorado en fisiología del ejercicio de la Universidad Estatal de Michigan. Cuando fue cambiado a los Dodgers en el invierno de 1973, tomaba clases para obtener su doctorado. Estaba en plenos exámenes finales cuando comenzaron los entrenamientos de primavera en 1974 y, por lo tanto, como recuerda, no se presentó hasta cerca del Día de San Patricio. Le aseguró al manager Walter Alston que no necesitaba los entrenamientos de primavera para estar listo para la temporada. Lanzó todos los días y gracias a su conocimiento del cuerpo humano y cómo funciona, pudo mantenerse libre de lesiones y poder lanzar sin importar las circunstancias.

Nadie lo entendía y muchos se burlaban de él, pero al final, con sus números y su trabajo no pudieron sino callarse la boca. Él mismo recordaba lo que decían de él.

“Recuerdo que los periodistas deportivos en Los Ángeles entraron al vestuario (y preguntaron): ‘¿Cómo puedes hacer esto? Te vas a derrumbar’”, recuerda Marshall. “Le dije: ‘Oye, es simple. Es kinesiología, y todo lo que tienes que entender es lo que el músculo dorsal ancho puede hacer por ti. Y luego puedes usar el tríceps braquial y el redondo interno. Está justo ahí’. Y se alejaban”.

Todo lo demás es historia. Marshall tenía una manera porpia de lanzar. Era de una especie única, un tipo que jamás volverá a salir. Un relevista que pasará a la historia como el único en tirar, siendo cerrador, 200 o más innings en una temporada. Sin duda alguna, en conocimientos prácticos, el mejor cerrador del mundo.