Your browser doesn’t support HTML5 audio
El atletismo está de aniversario este miércoles 26 de julio, un cumpleaños que su principal órgano rector, World Athletics, prefiere no celebrar. Este récord mundial, el más antiguo del deporte, despierta malas sensaciones. Que hayan pasado 40 años sin que nadie lo haya batido solo aumenta las sospechas sobre aquellos 1:53.28 de la checa Jarmila Kratochvilova en los 800 metros en una reunión de atletismo en el Olympiastadion de Múnich.
Son numerosas las razones que hacen el récord increíble, más allá de figurar como el más viejo de todo el programa olímpico. Aunque contó con una liebre que le llevó en la primera vuelta en 56,82s, cuando se retiró tras la campana no encontró ni una sola rival que la exigiera. De hecho, ninguna de las otras ocho atletas en carreras bajaron de dos minutos.
Además, su experiencia en la prueba era casi nula. Kratochvilová era una consumada cuatrocentista, que había tenido que inclinarse ante la alemana Marita Koch tanto en los Juegos Olímpicos de Moscú como en el Europeo de Atenas 1982. En su historial, apenas figuraba una victoria en Praga en 1:56.59 al final del pasado verano. Ese año, su plan seguía siendo la vuelta a la pista, pero decidió probarse en un 800m pocos días antes de la primera edición del Mundial de atletismo en Helsinki.
Esa velocidad de cuatrocentista salió a relucir en la segunda vuelta en solitario, completada en 56,46 segundos, aún más rápidos que los primeros 400 metros, lo que es una rareza en la distancia. Un equilibrio casi perfecto que llevó a una marca que rebajaba en 15 centésimas el récord mundial que tenía la soviética Nadezdha Olizarenko con 1:53.43 desde los Juegos Olímpicos de Moscú.
Aquel récord lanzó a Kratochvilova, de 32 años, hacia una actuación supersónica en el Mundial de Helsinki, con doble oro en 400 y 800 metros, con siete carreras en solo cuatro días, y sin relajo. Los 800m los ganó en 1:54.68 y en los 400m se dio el gusto de quitarle el récord mundial a Marita Koch y bajar por primera vez de 48 segundos con 47,99s. Dos años después, la alemana lo rebajó a 47,60s, y ahí sigue, como segundo récord más antiguo.
El boicot del bloque comunista a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84 privó a aquellas atletas hipermusculadas de más exhibiciones en California, y aceleró el declive atlético de Kratochvilova, que tan convencida de los métodos de la época ha dicho que ni de broma pensaba que su récord fuera a durar tanto tiempo. “Pensé que este récord duraría uno o dos años, hasta los Juegos Olímpicos de 1984, nunca pensé que duraría tanto”, diría muchos años después.
Aunque los documentos que pudieran probar el dopaje de Estado no sobrevivieron a la Revolución del Terciopelo que acabó con el comunismo en la entonces Checoslovaquia, las prácticas descubiertas en otros países del bloque como la Unión Soviética o la RDA, la similar constitución física masculina de aquellas mujeres y las acusaciones directas del entrenador Josef Odlozil en 1989 (“al menos el 80% del equipo de Helsinki, incluida Jarmila Kratochvilova, tomaron drogas”, dijo) hacen casi una certeza el uso de las hormonas y los anabolizantes por parte de la plusmarquista.
Ella, por supuesto, lo sigue negando. “Mi dopaje era mi trabajo. Cuando abro mis cuadernos de la época y miro mi entrenamiento, soy más consciente de la cantidad de trabajo realizado”, ha dicho después.
Y sin embargo, el atletismo no celebra un aniversario que solo han podido arruinar realmente dos atletas, la prodigiosa keniana Pamela Jelimo, que en 2009, cuando tenía 18 años, apareció volando en los mítines europeos, ganó el oro olímpico en Pekín, corrió en 1:54.01 en Zurich, y nunca volvió a recuperar aquel estado de forma, y Caster Semenya, ayudada por su producción natural de testosterona, que en 2018, antes de que la impidieran competir en la prueba, buscó la plusmarca con ahínco y se quedó a menos de un segundo, en 1:54.27.