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Nadie tiene ganas de moverse. Siempre es mucho más fácil tirarse en el sillón a ver Netflix o ponerse a scrollear en las redes. Pero lo fácil no paga. De hecho, cobra, y la moneda con la que se paga es la salud. Solemos decir que el tiempo no nos alcanza, pero si se hiciera la cuenta de cuánto pasamos con el teléfono o mirando series, encontraríamos el momento que tanto  falta para ponerse en movimiento… Si todos tenemos las mismas 24 horas, ¿por qué algunos pueden y otros no? Cuestión de prioridades. O de organización.

Para todos aquellos a los que les cuesta organizarse y dicen que ni siquiera tienen 30 minutos diarios, les hago una propuesta: ¿pueden separar diez a la mañana, diez a la tarde y diez a la noche? Estoy seguro de que sí. Y aunque no lo crean, eso también sirve. Diez minutos alcanzan para activar el sistema cardiovascular y oxigenar nuestro cuerpo.

En esos minutos no siempre hay que hacer una miniclase de gimnasia. También pueden insumirse en tareas cotidianas. Por ejemplo, limpiar la casa con energía y buena música, bailando (también involucra las emociones, otro punto a favor). O dejar el auto un poco más lejos y caminar a paso firme. O no llevar el carrito al supermercado y cargar las bolsas. O evitar el ascensor y subir y bajar por las escaleras. O hacerle un paseo un poco más largo al perro, y permitir que ambos disfruten del ejercicio y el aire libre. Y muchas opciones más.

Si se va a dedicar alguno de esos diez minutos a entrenar con una pequeña rutina, sería positivo que se sumen pesas. Con buena técnica y cuidado, hacer trabajo de peso brinda masa muscular y resistencia, al tiempo que mejora la densidad ósea. ¿No hay pesas en casa? Agarre dos botellitas de agua, una mochila con algunos libros o hasta unas latas de atún. ¡Todo vale!

Diez minutos alcanzan para alejarse del ruido mental y los pensamientos negativos, liberar serotonina, dopamina y endorfina, tres neurotransmisores que aportan calma, sensación de placer y estado de euforia respectivamente, y que tienen un efecto inmediato.