Antes de comenzar, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 ya eran históricos. La pandemia de Covid-19 que azota el planeta desde el año pasado obligó a repensar la realización del evento por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial. Finalmente, se decidió postergarlos un año. Y ahora, en 2021, los Juegos no dejan de ser particulares por las restricciones que hubo que hacer para que la cita deportiva pueda realizarse.
La falta de público en las tribunas, la poca cantidad de deportistas habilitados para ir y los mensajes de unidad y fuerza en cada momento de la ceremonia fueron los puntos destacados de una inauguración que, si bien no escapó a las particularidades, tuvo su cuota emotiva.
Los números artísticos fueron ejecutados por bailarines que en ningún momento violaron la distancia social, como ejemplo de la disciplina oriental. Los efectos especiales y el ambiente hicieron que se la falta de público se compensara y no fuera notada por los espectadores que seguían la apertura por televisión y redes sociales.
Al llegar el turno de los desfiles de las delegaciones, se notó el primer momento de nostalgia respecto a ediciones anteriores, ya que ningún país pudo llevar la totalidad de sus deportistas, sino que sólo fueron seleccionados un puñado de atletas para acompañar el paso de la bandera nacional por el Estadio Olímpico. Algunos, como Brasil, a pesar de tener una delegación de cientos de deportistas, optaron por llevar solo a los abanderados. De esta forma era imposible no notar lo especial de estos Juegos que van a estar marcados por un contexto sanitario que seguirá afectando a la organización.
Por último, después de más mensajes de unidad, fuerza y paz, que incluyó 1800 drones en el cielo de Tokio, llegó el discurso de los autoridades que remarcaron el esfuerzo enorme que implicó realizar estos Juegos, aún cuando parte de la población japonesa no estaba de acuerdo por considerarlos riesgosos. Tanto la presidente del Comité Organizador, como Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, reforzaron la idea de solidaridad y responsabilidad mutua para con los Juegos.
Sólo quedaba encender el pebetero olímpico, que estará prendido con el fuego tradicional durante las dos semanas del evento. Naomi Osaka, la tenista ganadora de cuatro Grand Slams fue la encargada de encender el pebetero instalado en una representación del Monte Fuji, un volcán inactivo que, por estas dos semanas, tendrá una llama encendida en su cima.
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