La versión oficial sostiene que los Juegos Olímpicos de Tokio no están en peligro y que se celebrarán este verano según el calendario previsto, pero la realidad es que cada día estamos más cerca de un nuevo aplazamiento. Según las encuestas de tres diarios japoneses, entre el 60% y el 70% de la población está en contra de la celebración de los Juegos en su país, al menos tal y como están proyectados para finales de julio.

¿Los motivos? Su curva de contagios por Covid está en máximos históricos y apenas el 2% de los ciudadanos están completamente vacunados en el país con más ancianos del planeta. Tan acuciante es la situación que el primer ministro, Yoshihide Suga, firme defensor del evento, se ha visto obligado a declarar el tercer estado de alarma en Japón, que como mínimo se extenderá hasta finales de este mes (aunque la curva de contagios sugiere que podría alargarse bastante más).

“Unos Juegos Olímpicos, por definición, no pueden ser nunca seguros”, afirmó Naoto Ueyama, portavoz del Sindicato Nacional de Médicos, que hoy ha mostrado su oposición al evento por temor a la llegada de nuevas variantes que agraven la situación del archipiélago.

Los médicos denuncian que, cuando más se está tensionando el sistema sanitario del país, los JJOO precisarán de 10.000 facultativos solo para controlar a los atletas, periodistas y voluntarios. “Entiendo que será duro para los atletas, pero es la única solución en estos momentos. El Gobierno japonés tiene la obligación de cuidar por la salud de sus ciudadanos”, reza el comunicado de los médicos. Según los datos del colectivo médico, en este momento el 40% de los facultativos del país han superado el máximo de horas extras permitidas por ley y otro 10% está haciendo jornadas dobles.

Aunque las competiciones serán a puerta cerrada y no podrá entrar ningún aficionado de otros países, el Gobierno japonés no puede limitar los movimientos de los atletas, periodistas y personal de las delegaciones, tan solo emitir recomendaciones que no conllevan sanciones legales ni económicas. Así, los japoneses temen que la avalancha de atletas y entrenadores extranjeros, que se estima en torno a 14.000 personas, aproveche sus ratos libres para hacer turismo y, en el peor de los escenarios, propague nuevas variantes del covid por el país.