Rostros encontrados, matices más, matices menos, los rasgos de la descendencia africana denotados en cada gesto, en lo pronunciado del mentón y los pómulos, en el físico, en esa sensación de ímpetu salvaje, de no haber límites, Pedro Pablo Pichardo y Lázaro Martínez fueron dos de los doce competidores que animaron la final del triple salto en el Mundial de Eugene en 2022, en un adiós que revivió sensaciones encontradas e historias paralelas sobre un destino que debió haber sido común, pero no, cinco años atrás todo había cambiado.
Las tomas de cámara lo dicen todo, por un lado, Pichardo confiado, sereno, muy sobrio, es el gran favorito, por el otro Martínez, tenso, con rostro preocupado, tratando de permanecer ecuánime, pero no, la presión lo superaba, aunque lo quería ocultar, los nervios estaban a flor de piel… En los hombros de Lázaro Martínez estaba la última esperanza de Cuba para no plasmar la peor actuación en la historia de los Mundiales, algo que diez años atrás parecía imposible.
El antecedente
Su actuación precedente lo acompañaba, había alcanzado el metal dorado en el Mundial Bajo Techo de Belgrado en este mismo año, pero igual, la carga era inmensa, quizás como la piedra de Sísifo, salvando las distancias y usando la analogía más acertada al respecto.
Y sucedió, pasó de la peor manera posible, con Martínez fallando en sus tres primeros intentos y quedando eliminado automáticamente sin tener siquiera un solo salto válido; viendo como Pichardo, el otro cubano de nacimiento, se imponía con ostensible marca de 17,95 metros.
Perspectivas
Pichardo nacido en Santiago de Cuba, estuvo vinculado a la Federación Cubana de Atletismo hasta 2017, año en que decide salirse para partir rumbo a Portugal, lugar donde reside con su familia.
La prensa oficial en la Isla nada comentó sobre el tema, silencio total, un reflejo de la absurda cesura imperante en cuanto a situaciones de este tipo; calaba duro ver como Martínez quedaba fuera y Pedro Pablo se llevaba el oro.
“… En este caso es un poco de Latinoamérica porque nací en Santiago de Cuba, pero en este momento es de Portugal…”- les comentó Pichardo a los medios, tal como refiere AP y al respecto agregó: – “… Yo estoy desligado de Cuba hace cinco o seis años, toda mi familia está en Portugal, no tengo ningún vínculo con Cuba…”
Aquí se impone la perspectiva, desarraigo, apatía, rechazo, enajenación, destierro, migración, mal trabajo, malas políticas, miseria; todo se traduce en la realidad que vemos hoy, un país que un día fue potencia en el deporte, hoy apenas logra alcanzar la final de un mundial.
Algo de historia
Antes, en 2017, en Londres, la pertiguista Yarisley Silva, in extremis, sacando más el corazón que el talento, logró una medalla de oro en su especialidad para evitar la catástrofe.
Casi cuarenta años atrás, en el Mundial de Helsinki, en 1983, Luis Mariano Delis se había llevado la plata en el lanzamiento del disco para salvar la honra y aquel recuerdo se fue disipando como bruma en el tiempo, entonces cuando en Atenas 1997, llega la histórica actuación, la mejor de Cuba con cuatro medallas de oro; Javier Sotomayor en salto de altura, Iván Pedroso en salto largo, Ana Fidelia Quirot en 800 metros y Yoelbi Quesada en salto triple; después de este momento, nadie se acordaba de Helsinki hasta que llegó el bronce salvador de Silva en 2017.
De regreso a la realidad
Otra vez, retomando la historia del célebre, Gabriel García Márquez, era la crónica de una muerte anunciada, las salidas de Jordan Diaz y Juan Miguel Echevarría, reducían la opción del grupo de 15 criollos previo al desarrollo de la justa y la deserción de la jabalinista, Yiselena Ballar Rojas, durante una escala en Miami pudo avizorar lo que habría de venir.
Apenas cinco finalistas tuvieron Cuba en la justa, a Lázaro Martínez se le sumaron, Maikel Massó y Leyanis Pérez, además de Luis Zayas y Yaimé Pérez.
Bien lejos, muy lejos diría, más allá de los casi cincuenta años transcurridos, bien lejos quedan aquellos títulos de Alberto Juantorena o más acá los récords del gran Javier Sotomayor, pero de esos recuerdos no se puede vivir, la realidad es cruda, reflejo de un entramado social que subsiste a golpe de fuerza y poder.
¿Qué pasará ?, ¿Qué es lo próximo que vendrá?, nadie lo sabe, pero la incertidumbre es grande, bien grande, inmensa diría y con los Juegos Olímpicos de París, no hay solución palpable a la vista.