La ciudad ucraniana de Khmelnytskyi fue una de las más afectadas por la explosión nuclear de Chernóbil en 1986. La radiación emanada por el reactor nuclear invadió numerosos territorios que, al día de hoy, siguen teniendo secuelas. Una de ellas fue la de Oksana, una niña que nació en dicha ciudad tres años después del accidente.
Debido a la contaminación del lugar absorbida por sus padres, la pequeña nació con diversas malformaciones. Nació con sólo un riñón, seis dedos en cada pie y, aunque en las manos tenía cinco, no tenía la parte de arriba del pulgar. Además, su pierna izquierda era 15 centímetros más corta que la derecha y no tenía tibias.
Pero eso no sería lo peor. Para menguar las dificultades corporales, a los catorce años ya había sufrido la amputación de sus dos piernas. Su condición hizo que sus padres biológicos no pudieran cuidarla y pasara casi toda su infancia en orfanatos donde sufrió todo tipo de abusos, tanto físicos como psicológicos.
Cuenta que, al día de hoy, con muchas de esas heridas sanadas, todavía tiene terror a los cuchillos, cigarrillos o cadenas metálicas producto de la constante violencia física, sexual y emocional por la que tuvo que pasar en los más de siete años en instituciones.
Pero eso se acabó gracias a una persona: Gay Masters. Masters es una fonoaudióloga estadounidense experta en casos como los de Oksana que, al enterarse del caso de la niña ucraniana, la adoptó y se la llevó a Estados Unidos donde su vida cambió para siempre. Pero por sobre todas las cosas, conoció el deporte.
En el país norteamericano practicó todo tipo de disciplinas para curar las heridas de su pasado y aprender a amarse a sí misma. En ese aspecto, conocer a Masters fue una bendición ya que su madre adoptiva no paró hasta que Oksana mirar solamente a futuro y descubriera su potencial.
Practicó remo y clasificó a los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 en los que obtuvo, en equipo con Rob Jones, la medalla de bronce, la primera en la disciplina para Estados Unidos. Eso no la detuvo y siguió compitiendo, pero esta vez cambió de deporte.
Para los Juegos de Invierno de Sochi en 2014, Oksana Master clasificó en esquí de fondo, algo totalmente distinto, pero que mostraba su polivalencia. Y encima se llevó una medalla de plata y otra de bronce. Pero Oksana no pararía.
Para los Paralímpicos de verano de Río 2016, Oksana cambió los remos por las ruedas y clasificó en la categoría de ciclismo de pista. Allí no logró ninguna medalla pero eso fue, justamente, lo que la motivó a no para hasta consagrarse.
Después de cinco medallas más en los Juegos de Invierno de 2018 (dos oros, dos platas y un bronce), llegó su momento más emblemático, el que logró justamente anoche en el famoso circuito de Fuji Speedway, que llegó a albergar varias carreras de Fórmula 1.
Ganó en la prueba contrarreloj H4-5, lo que significó su primera medalla dorada en los Juegos Paralímpicos de verano y también su primera en ciclismo, después de haberse consagrado ya en tres deportes distintos. Lo de Oksana es una muestra más de como este evento no para de entregar historias ejemplares.+
En este caso, de una niña que pasó de la oscuridad de una ciudad invadida por una tragedia, a la luz de una medalla dorada brillando colgada desde su pecho.