El orgullo es raíz de resultados catastróficos. Justamente el orgullo fue la razón del fracaso de los Gigantes del Cibao en la Serie del Caribe.
El equipo cibaeño, llegaba a la justa caribeña con la encomienda de mantener y extender la racha de victorias de los equipos dominicanos en la Serie del Caribe o al menos de conseguir por segunda vez en la historia, un tercer título y consecutivo.
Sin embargo, la gerencia de los Gigantes del Cibao, no puso en el terreno al mejor equipo para lograr dicho objetivo. El mejor lanzador de la liga a la que representan no fue tomado en cuenta para ser parte del equipo. El mejor bateador de la liga tampoco y como si fuera poco, el mejor jugador de la liga nunca recibió una llamada para ser parte del equipo.
Al final del día todos hicieron falta. El equipo dominicano comenzó el partido final con memorable cola: Moisés Sierra, Juan Francisco, Carlos Paulino y Richard Ureña. En la séptima entrada, tras Henrry Urutia abrir con sencillo, el emergente “de lujo” utilizado por el dirigente Pipe Urueta por Juan Francisco, fue Wilin Rosario, un jugador perdido en la profundidad de la banca a lo largo de toda la temporada. ¡Ay Yamaico Navarro!
El capitán Moisés Sierra, estuvo sumergido esta temporada en su peor temporada en la Liga Dominicana desde 2016, tanto ofensiva como defensivamente. El jardinero derecho de los Gigantes, bateó de 19-3 con 7 chocolates recibidos en la Serie del Caribe. “¡Ay Junior Lake! Nunca recibiste la llamada por un pequeño chisme de redes”.
Los Gigantes del Cibao nunca cambiaron el chip de jugar en el Julián Javier con el de jugar en el Estadio Quisqueya. Una incesante búsqueda del cuadrangular, del batazo a la pared le costó en un sin número de apariciones al plato. En un estadío como el Quisqueya, NECESITABAS a los jugadores que mejor se adapten al estadio, jugadores veloces, de contacto. El dirigente Luis Urueta nunca fue capaz de sentar a Richard Ureña para titularizar con Gustavo Nuñez, jugador más veloz y con mayor capacidad de exponer la pelota en juego.
Los grandes equipos deben tener en sus dirigentes, la suficiente gallardía de tomar decisiones que sean la mejor opción para el bien el equipo aún y cuando afecte el orgullo de algunos jugadores del equipo.
El mejor lanzador de la liga en el siglo XXI, Raúl Valdés, protagonizó otra cátedra de dominio, auto relevándose luego de permitir 3 carreras en la misma primera entrada para completar 8 entradas sin anotaciones extras. Sin importar la buena salida de “brazo de goma”, en esta etapa de su carrera no es mejor apuesta que César Valdez.
Los Gigantes del Cibao se creían muy superiores y no reforzaron sus debilidades. Los egos de los jugadores primaron en las decisiones gerenciales.