El joven tenista español, Carlos Alcaraz ya comenzó a mostrar su enorme potencial a nivel mundial apenas a sus 18 años. Conocido su talento en el ámbito del tenis desde las categorías inferiores, ya había confirmado su enorme proyección con una entrada vertiginosa en el campo profesional.

Necesitaba un escenario y un partido especiales para dar el golpe definitivo y traspasar las barreras del tenis. Nada mejor que una central de Grand Slam, el Arthur Ashe Stadium, y un rival de entidad como el nº 3, el griego Stefanos Tsitsipas.

El joven para algunos desconocido hasta hoy, ofreció un show que encendió la cancha central del US Open, que pisaba por vez primera en su debut en este torneo de Grand Slam. Enseñó una mente privilegiada, una capacidad especial para competir. Es mucho más que una derecha que revienta la pelota, un saque contundente o un revés cada vez mejor y más definitivo. Lo tiene todo para triunfar porque siente pasión por el tenis y ama el trabajo diario. Quiere crecer a diario.

Y logró un hecho histórico y gigante al vencer a Stefanos Tsistipas por 6-3, 4-6, 7-6 (7-2), 0-6 y 7-6 (7-5) en 4h.06′ de un partido que doctoró a Alcaraz internacionalmente, más allá del planeta tenis. Se estrenará en los octavos de un Grand Slam, con derecho para seguir soñando esta vez frente al alemán Peter Gojowczyk.

El español se dejó caer en el suelo cuando concretó su tercer punto de ‘match’ en el ‘tiebreak’ defintivo. Enloqueció a los aficionados porque es de esos tenistas que enganchan a la gradad, que dan espectáculo por su implicación y brillantez.

Remontó un 2-5 y tres bolas de set en la tercera manga. Pareció sufrir problemas físicos en el muslo derecho. Un instante de dudas que le llevó a recibir un 0-6. No le importó. Va a por todas y renació en la quinta manga. Como un grande, tumbó al último finalista de Roland Garros.