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La vida de un deportista es una de las más impredecibles que puede haber. El éxito y el fracaso están rondando siempre por la mente del atleta y cada logro en su carrera es vital para un mejor estilo de vida luego de la “jubilación”. Pero a veces, incluso el ganarlo todo tampoco alcanza.

El tenis australiano Mark Philippousis fue uno de los jugadores más destacados del circuito durante fines de la década de los noventa y principios de los 2000. De hecho, en 1999 fue que entró a la élite al llegar al octavo puesto del ranking mundial.

Entre sus títulos están dos Copas Davis, ganados con el equipo de Australia en 1999 y 2003, y once torneos de la ATP, en el que se destaca un Indian Wells en 1999, claramente su mejor año. Además, llegó a dos finales de torneos de Grand Slam, una en el US Open de 1998 (cayó ante su compatriota Patrick Rafter) y la otra en Wimbledon de 2003 (perdió ante un joven Roger Federer que lograba su primer torneo grande).

En total se le contabilizan alrededor de 7 milones de dólares en premios, pero todo eso no alcanzó para tener una vida cómoda post retiro. A Mark le esperaba un calvario, que es la pesadilla de muchos deportistas profesionales luego de dejar la actividad.

Después de apenas nueve años como jugador profesional, las constantes lesiones lo empezaron a alejar del circuito tenístico y, tanto los ingresos, como el ritmo de vida, empezaron a cambiar, luego de muchos lujos y ostentaciones durante su mejor época.

Philippousis declaró en una entrevista a medios locales como fueron los detalles que lo llevaron a ese estado: “Mis padres resignaron sus muy buenos trabajos para que yo pudiera cumplir mi sueño. Quise jugar para ellos, para que recompensarlos por su sacrificio. Pero las lesiones frenaron todo. Y cuando me quise dar cuenta, casi no tenía ahorros. Un día, sólo por no tomar un taxi, compré un Dodge por 100 mil dólares y al día siguiente terminé regalándolo“.

Allí comenzó un camino hacia el retiro que lo puso en un estado de crisis financiera y emocional, al punto de rozar la depresión: “Luego de una lesión, no puedes pensar cómo seguir adelante. Solo debes recuperarte y estar bien. Durante los meses que estuve fuera no podía permitirme mucho, hasta tuve que solicitarle a mis amigos que me compraran comida

“Me sentí avergonzado, porque tenía la responsabilidad de cuidarlos luego de que me acompañaron a cumplir mis sueños. Tenía depresión y sufría por verlos pagar por mis actos. Tal vez todos debemos pasar por eso alguna vez”, declaró en su relato.

En 2009, el australiano tuvo que ir a juicio para no perder su casa valuada en un millón y medio de dólares por no pagar la hipoteca. Desde ahí, tras tocar fondo, su situación económica ha mejorado y puede recordar su crisis como sólo un mal momento. Pero el caso de Mark es uno de los tantos, sobre como una mala administración puede dejar sin nada a cualquier deportista.