Este 27 de junio se corrieron las cortinas del 135 torneo de Wimbledon y allí, hasta el próximo 10 de julio, en el lugar donde comenzó todo, podremos disfrutar del mejor tenis y pensar las cosas de un modo diferente.

Pudiera empezara así, por los “momentos Federer”, ¿qué son?, bueno como el clutch en el baloncesto o un jonrón en el béisbol y las analogías definen bien esta especie de termino legendario dentro tenis, asociado a una de sus figuras icónicas… Roger Federer.

Hablara de Roger Federer es como hablar de Babe Ruth, de Maradona, de Michael Jordan, es arte en su máxima expresión, es la pulcritud y la armonía acompasada que denotan cada movimiento, el golpe preciso en el instante exacto…

La belleza del tenis

Hay tanta belleza en el tenis que es imposible no quedar prendido ante la magia de este maravilloso deporte y si, pudiera hablarse de experiencia religiosa, de un ritual sagrado en cada drive, en cada remate o volea, pues la perfección es extrema.

Ya lo dijo el genio de David Foster Wallace en su monumental obra, El tenis como experiencia religiosa, un nutrido ensayo de corte literario, donde recoge las múltiples perspectivas que se cruzan en el Abierto de Estados Unidos y, además, en otro texto, detalla minuciosamente, en modo perfil a la figura de Roger Federer.

Desde un juego entre Pete Sampras y Mark Philippoussis en fase eliminatoria del US Open, hasta la final de Wimbledon en 2006, entre Roger Federer y Rafael Nadal, el instante donde comenzó la mayor rivalidad en los últimos años dentro del deporte blanco; Wallace no lleva por un viaje entretenido a los cimientos que conforman esta especie de universo y hoy, conectándonos con Foster Wallace, resaltamos la historia del tenis en los últimos años.

El antes

Y hay un antes, obvio, está Björn Borg, el sueco que deslumbró a todos entre 1973 y 1981, ganando 11 títulos de Grand Slam, 5 en Wimbledon y 6 de Roland Garros.

Luego vendría tocando el podio, el inolvidable Pete Sampras, el jugador de origen griego, el mismo protagonista de Foster Wallace, quien con 14 Grand Slam queda a las puertas del sitial histórico.

Entonces después entran ellos, como tres templarios, como celosos guardianes de un legado centenario, Roger Federer, Rafel Nadal y Novak Djokovic; entre todos dueños de más de 60 títulos de Grand Slam (Abierto de Australia, Roland Garros, Wimbledon y Abierto de Estados Unidos).

El símbolo Federer

La lista la encabeza Nadal con 22 y luego siguen con 20 trofeos, Federer y Djokovic, pero el helvético fue el primero en arribar a la veintena, en 2018, cuando se llevó el cetro en territorio australiano y además, si el ibérico es el rey de la tierra batida, Federer es el dueño de Wimbledon, tal como lo reflejan sus 8 coronas y aquí hay un punto aparte.

Primero…

Tal como lo recrea Foster Wallace en su libro, el domingo 9 de julio de 2006, en la final del certamen más antiguo del mundo del tenis, miden fuerzas los números 1 y 2 del ranking ATP, Roger Federer y Rafael Nadal, el genio y el aspirante, se ven las caras por primer vez en la hierba.

La historia se tuerce en este punto, pues la memoria del tenis no se puede ver sin los cara a cara entre Federer y Nadal y hace dieciséis años, arrancó la acción en la pista del Old England Tennis Lawn, en el mismo lugar donde desde este lunes, la historia se puede volver a repetir.

El origen de un reinado

Sin embargo, para entender mejor las cosas habría que remontarse casi veinte años atrás, o tres años antes de ese día de julio de 2006, cuando en 2003, comenzando el siglo, Roger Federer abrió la senda ganadora en este tipo de torneos con solo 21 años, al vencer a otro de los alter ego de Foster Wallace, Mark Philippoussis.

Federer ganaría Wimbledon cinco veces seguidas, en 2004 se llevó el trofeo venciendo a Andy Roddick en cuatro sets, contra quien repetiría en 2005 en tres parciales, para liquidar en 2006 y 2007 a Rafa Nadal.

Luego en 2008, con la revancha, las historias se volverían a cruzar y Nadal tras vencer a Federer, implantaría su sello en el mismo corazón de Inglaterra.

Volviendo al punto otra vez, en estas dos semanas, los aficionados podemos disfrutar del mejor tenis, ese que se vive como una experiencia religiosa y será algo hermoso.