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Durante mucho tiempo, el baloncesto en República Dominicana fue una disciplina de acompañamiento frente al arraigo cultural del béisbol. Sin embargo, esa percepción ha cambiado drásticamente en la última década. Hoy, el baloncesto dominicano vive un auge sostenido que se traduce en mejores resultados internacionales, un crecimiento en la estructura de torneos nacionales y una afición cada vez más conectada con el deporte.
A nivel local, torneos como la Liga Nacional de Baloncesto (LNB) y los tradicionales campeonatos de Santiago, el Distrito Nacional y San Cristóbal han servido de plataforma para que talentos jóvenes puedan mostrarse y competir. Equipos como los Leones de Santo Domingo, Reales de La Vega y Metros de Santiago han profesionalizado su gestión, incorporando entrenadores de alto nivel y estrategias de captación de jugadores con visión a largo plazo.
Este crecimiento interno se refleja también en la proyección exterior. La selección nacional masculina ha tenido actuaciones memorables en los últimos años, incluyendo su participación en el Mundial FIBA 2023 y victorias resonantes como la conseguida ante Argentina en la clasificatoria. Figuras como Jean Montero, Andrés Feliz y Ángel Delgado, formados en el sistema dominicano, ahora juegan en Europa o la G-League, siendo embajadores del talento criollo en el baloncesto global.
Además, el rol de Karl-Anthony Towns, estrella de los Minnesota Timberwolves y de ascendencia dominicana, ha sido clave para elevar el perfil del baloncesto nacional. Su decisión de representar a la República Dominicana en torneos FIBA ha tenido un fuerte impacto mediático y simbólico, consolidando un puente entre la diáspora y el desarrollo deportivo local.
Otro fenómeno importante es el auge del baloncesto 3×3, donde equipos como “Los Terribles” de La Vega han triunfado en torneos internacionales, como el Red Bull Half Court, clasificando a eventos mundiales. Esta modalidad, más accesible y dinámica, se ha convertido en una vía clave para democratizar el deporte en barrios y comunidades.
El reto ahora está en mantener este impulso con inversiones sostenidas en infraestructura, entrenadores capacitados y políticas públicas que integren el deporte en la formación escolar. Si se afianza este modelo, la República Dominicana no solo tendrá equipos competitivos, sino que podría convertirse en un semillero regular de talento para las principales ligas del mundo.